Sucedió hace 27 años, un nueve de octubre de 1991. San Luis Potosí se convulsionaba por un conflicto postelectoral. Se habían celebrado elecciones el 18 de agosto. Se enfrentaron por la gubernatura Fausto Zapata Loredo, del PRI, y Salvador Nava Martínez, de la Coalición Democrática Potosina.

El triunfo fue para el candidato del PRI, pero Nava y sus seguidores no reconocieron al ganador, denunciaron fraude y acusaron a Zapata de “usurpador”. Los navistas iniciaron entonces acciones de resistencia civil dando vida a uno de los capítulos más notables de nuestra vida política. Se afianzó en aquella época la estrategia de provocar conflictos postelectorales como vía alterna, no institucional, para doblegar al sistema político cuando las elecciones eran tachadas de fraudulentas.

Desde el 25 de agosto de aquel año las protestas en las calles y plazas públicas comenzaron. Mítines, marchas silenciosas, plantones, bloqueos a Palacio de gobierno, jornadas de ayuno y oración más incendiarios discursos de los líderes navistas fueron creando una atmósfera de ingobernabilidad.

El conflicto postelectoral escaló hasta los cielos convirtiéndose en un tema de la agenda política nacional del que no pudo librarse el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari.

Los navistas no quisieron acudir a los tribunales para enmendar el “fraude” y exigieron al presidente de la república su intervención para resolver, por la vía política, el conflicto que para entonces ya había desquiciado la gobernabilidad del estado.

Salinas cedió y Fausto Zapata fue defenestrado. Apenas duró 14 días como gobernador.
Fue un 9 de octubre de 1991, a las 9 de la noche, cuando Teófilo Torres Corzo, líder del Congreso local, anunciaba en rueda de prensa que Fausto Zapata había renunciado a la gubernatura. Se procedió entonces a nombrar a un gobernador interino. Gonzalo Martínez Corbalá fue el elegido.
La estrategia de resistencia civil y el conflicto postelectoral habían triunfado. Los priistas quedaron tremendamente agraviados por la decisión de Carlos Salinas de Gortari.

Otros casos a nivel municipal.
En aquel emblemático año de 1991 ocurrieron también dos casos atípicos de rebelión ciudadana y conflicto postelectoral que retaron con éxito al autoritarismo del sistema político imperante. Las hazañas cívicas ocurrieron en Cárdenas y Tamazunchale.

El PRI había impuesto candidatos a presidentes municipales en aquellos municipios. Ante el atropello surgieron dos candidatos “independientes” de fuerte raíz priista que habían sido excluidos. Fuertemente respaldados por los ciudadanos de sus municipios decidieron enfrentar la antidemocracia compitiendo como “candidatos no registrados”. La legislación electoral de aquel entonces permitía que en la boleta apareciera un espacio para que se pudiera votar por estos candidatos.

Fue así que el doctor Amonario Díaz de León, en Cárdenas, dio la batalla por la alcaldía de su querido pueblo. Era tan apreciado y popular en su terruño que el galeno que le dio una arrastrada al candidato oficial del PRI.

Al mismo tiempo y encabezando un movimiento popular de resistencia civil en Tamazunchale, contendió por la presidencia municipal Tatiano Pérez Olvera, priista rebelde que utilizó engomados con su nombre que fueron pegados en la boleta electoral logrando ganar de manera apabullante al candidato del PRI con 11,407 votos a su favor.

En ambos casos la autoridad electoral no reconoció estos triunfos provocando con ello conflictos postelectorales que derivaron en inestabilidad social y perdida de la gobernabilidad.

Ante el caos que se provocó por esta injusticia, el Congreso del Estado se vio obligado a declarar la ingobernabilidad en estos municipios y convocó a elecciones extraordinarias. Para competir en la nueva elección y en un alarde de pragmatismo el PRI postuló a Don Amonario Díaz de León y a Tatiano Pérez Olvera (Cárdenas y Tamazunchale respectivamente) como sus candidatos. Sobra decir que ambos ganaron de manera categórica. La resistencia civil y el conflicto postelectoral volvieron a triunfar.

La historia se repite.
A 27 años de los sucesos aquí relatados pareciera que la historia se repite, aunque con matices y actores diferentes. Otra vez Tamazunchale es protagonista de la historia. Nuevamente hay riesgos de ingobernabilidad y de que el conflicto postelectoral renazca en aquel municipio.

La comedia de enredos que hemos visto en la elección municipal de este lugar nos muestra que las elecciones siguen siendo pervertidas por prácticas irregulares que van desde la compra del voto, la intervención ilegal de los gobiernos municipal y estatal, pasando por la incapacidad de la autoridad electoral para ejercer como árbitro.

En política lo que parece es, por ello resulta difícil entender, por ejemplo, la imprudencia cometida por el secretario privado del gobernador, Edmundo Torrescano al haber actuado como representante del PRI (¿O tal vez del gobernador?) en el conflicto que se está dando entre PAN y PRI por Tamazunchale. El joven priista y su jefe ignoraron la enseñanza de Don Jesús Reyes Heroles que instruye: “en política, la forma es fondo”.

Y qué decir de las pifias cometidas por el CEEPC, máxima autoridad electoral en el estado, cuando manoseó y erró de tal forma en la calificación de esta elección que sembró el sospechosismo. Primero dieron el triunfo al PRI y luego admitieron que se equivocaron en el recuento de votos y le otorgaron el gane al PAN.

Y como cereza del pastel ocurrió que el Tribunal Estatal Electoral dictó la anulación de cuatro casillas al dar valor probatorio a una sospechosa acta notarial en la que presuntamente se dio fe de haber observado compra de votos. Esto provocó que finalmente hubiera una nueva reasignación del triunfo que favoreció al PRI. Más leña al fuego.

En Tamazunchale se está formando la tormenta perfecta. El resultado final es de pronóstico reservado. Creo que se está subestimado la capacidad de rebelión y resistencia de una buena parte de los ciudadanos de este municipio.

 

 

 

 

Un peligroso enemigo del medio ambiente y la vida humana anda queriendo instalarse en la huasteca potosina. Es un demonio que puede acabar en pocos años con la tierra, agua y salud de nuestras comunidades. De llegar a obtener su carta de residencia afectaría aquella encantadora y exótica región de nuestro estado.

En todo el mundo se conoce a este depredador con el nombre de Fracking. Y es sabido que ahí donde logra sentar sus reales deja siempre un rastro de desolación y muerte.
El Fracking es un método de fracturación hidráulica del subsuelo para obtener hidrocarburos (gas y petróleo). Su utilización produce enorme contaminación de los acuíferos, daños irreversibles al medio ambiente y afectaciones severas a la salud de las personas. Violenta derechos humanos esenciales e impide, por tanto, gozar de condiciones de vida digna.

En varios países del mundo se ha utilizado este método de extracción de gas y petróleo. Pero en muchos otros está prohibido por sus efectos nocivos (España, Italia, Inglaterra, Suiza, Escocia Francia, Alemania).

Los defensores del medio ambiente han combatido y resistido la embestida de los gobiernos locales y empresas trasnacionales que buscan ganar millones de dólares utilizando el fracking para satisfacer la demanda de un voraz mercado de combustibles. También organizaciones de la sociedad civil, comunidades indígenas y la opinión pública se han movilizado para impedir su funcionamiento.

En San Luis Potosí desde hace tiempo se ha divulgado la versión de que en la huasteca hay gas y petróleo y que por lo mismo estaríamos por vivir una nueva era de esplendor propiciada por la industria de los hidrocarburos.

A raíz de esta noticia empezaron a aparecer en nuestro estado idólatras de la ganancia a costa de lo que sea. Estos siniestros mercaderes empezaron a vendernos el cuento de que ahora sí el progreso llegaría a la empobrecida huasteca. Habría trabajo para todos, dinero en los bolsillos y la economía de los pueblos y comunidades de aquella región se elevaría hasta los cielos.

Lo que no dijeron estos heraldos del imaginario progreso es que la utilización del fracking violenta derechos de pueblos y comunidades indígenas, viola tratados internacionales que protegen a los pueblos originales, afecta la salud de los habitantes en donde se asienta y su perniciosa actividad lesionaría el ecosistema de una de las mayores bellezas y reservas naturales con las que cuenta San Luis Potosí.

Tampoco imaginaron los promotores del fracking que el solo anuncio de que se iba a utilizar esta técnica provocaría la aparición de un movimiento de resistencia civil y comunitario que impediría su operación.

Por eso explotó la bomba en el primer intento que PEMEX hizo de realizar trabajos de exploración en la comunidad indígena de San Pedro, municipio de San Antonio, huasteca norte.

En efecto, el pasado 24 de julio nos enteramos que un numeroso contingente de indignados ciudadanos de aquel municipio se organizó para impedir los trabajos de la petrolera y denunciar el atropello que estaban sufriendo.

En su denuncia los habitantes de la comunidad de San Pedro relataron cómo aquella calurosa mañana de julio se observó una camioneta de PEMEX custodiada por un vehículo del ejército mexicano husmeando en sus parcelas. Todo ello sin el consentimiento de los propietarios.

Esta incursión de PEMEX activó las sirenas de alerta en toda la huasteca. De inmediato se empezó a gestar un movimiento de rechazo a los trabajos de exploración que como primer paso abriría la puerta a la utilización del fracking.

Se hizo tanto alboroto en los medios de comunicación, en las comunidades indígenas y en las calles de algunos municipios huastecos que la noticia indigestó al mismo gobernador. Cuándo se le preguntó a Juan Manuel Carreras acerca de este asunto contesto titubéate y con reservas. Lavándose las manos afirmó que era un asunto de competencia federal y que desconocía las intenciones de PEMEX, pero eso sí, dejo ver su cariño por este tipo de proyectos: “el fracking tiene su lado bueno, por la explotación de hidrocarburos y el fomento de empleos en la región”.

A los pocos días al observar la belicosidad de los grupos opositores y confirmar que la ola de rechazo estaba creciendo envió a su secretario de gobierno a enmendar la plana. Entonces, Alejandro Leal Tovías en calidad de corrector de estilo del señor gobernador afirmó: “De entrada les digo que no hay fracking, ni hay licitaciones; hay una inquietud en la Huasteca, y el gobierno como representante de los potosinos tendrá que sumarse a la petición de la ciudadanía, (…) nosotros no tenemos conocimiento de que se vaya a explotar ningún producto de Pemex con esta técnica, somos los primeros interesados en que esta técnica en San Luís Potosí no se lleve a cabo. La voluntad de los pueblos indígenas tiene que respetarse, si la consulta indígena dice no, Gobierno se tiene que sumar. Estamos con ellos, no podemos ir en contra de sus intereses”.
Conscientes de que estaban por comerse una manzana envenenada, recularon.

Por su parte los grupos opositores amenazaron con tramitar amparos e iniciar acciones de resistencia pacífica para suspender los intentos de invadir la huasteca con la técnica del fracking.

Tómese en cuenta que los lugares en donde se especula que podría haber gas y petróleo son tierras propiedad de los pueblos y comunidades indígenas las cuales están protegidas por la Constitución federal y local con dispositivos de ley muy especiales que obligan a consultarlos cuando se trata de realizar cualquier proyecto que pueda afectar su territorio.

Como conclusión de este enredo provocado por la imprudencia de PEMEX podemos afirmar que por el momento los grupos opositores al fracking han ganado la primera batalla en favor de la vida, el agua y el territorio. No se dejaron avasallar. Han hecho valer los derechos constitucionales de los pueblos y comunidades indígenas al resistir la arbitrariedad y de paso han alertado a los hoteleros y prestadores de servicios turísticos sobre las consecuencias nefastas que derivarían de la utilización del fracking.

Sin embargo los que se oponen no han ganado la guerra. Vendrán otros intentos de utilizar el fracking en otros municipios del estado.

Pero por lo pronto ha quedado claro que ahí donde estas tentativas depredadoras se asomen se encontraran con la oposición de los ciudadanos organizados que no bajarán la bandera que guía su consigna: ¡Ni aquí, ni allá!, ¡Ni hoy ni nunca!

“Se dice que en el Edén, debajo del Árbol del Bien y del Mal, floreció un arbusto de rosas. Allí, junto a la primera rosa, nació un pájaro, de bello plumaje y canto incomparable cuyas convicciones lo convirtieron en el único ser que se negó a probar las frutas del Árbol  Prohibido.

Cuando Adán y Eva fueron expulsados del Paraíso, cayó sobre el nido una chispa de la espada de fuego de un Querubín y el pájaro ardió en llamas.

Pero de las propias llamaradas, surgió una nueva ave, el Fénix, con un plumaje inigualable, alas de color escarlata y cuerpo dorado. La inmortalidad fue el premio por su fidelidad al mandato divino. Por ello el Ave Fénix nunca morirá, siempre podrá renacer de sus cenizas”.

Cuando el PRI vivió su época de oro como partido casi único (1929 -1976), cuando parecía inmortal, cuando muchos priistas presumían que había PRI para rato y que su dominio duraría quinientos años como el Imperio Romano, parecía que la profecía se cumplía en cada elección.

Pero "el poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente". Y fue así que el PRI fue desgastándose por los usos y abusos que cometía. Y a diferencia de la inmortalidad que recibió como premio el Ave Fénix por su fidelidad a los principios, el tricolor fue expulsado del paraíso terrenal llamado poder presidencial por traicionar sus compromisos con el pueblo. Ya se sabe: “El poder es tan difícil de ejercer y tan fácil de perder”.

El Revolucionario Institucional fue echado de Los Pinos por primera vez en el año dos mil por Vicente Fox, un deslenguado populista que supo aprovechar el hartazgo que había hacia el aparentemente invencible partido fundado en 1929.

Se dio entonces la primera alternancia en el poder presidencial. Luego vino el desencanto por el cambio que nunca llegó en los  gobiernos de Fox y Felipe Calderón. Ante el derrumbe del PAN como alternativa de gobierno, el PRI, como fiera al asecho, aprovecho para venderse como alternativa de probada experiencia, la de un partido que si sabía cómo gobernar. Y recibió una segunda oportunidad en 2012.  Ese año Enrique Peña Nieto ganó la elección presidencial.

Pero, ¡oh! desilusión. El retorno del PRI fue un viraje al pasado. Los peores vicios resucitaron: Corrupción, impunidad, ineficiencia, abuso del poder.

El Partido Revolucionario Institucional no supo aprovechar la segunda oportunidad que le dieron los ciudadanos para comprobar que había cambiado. No leyó los cambios que se habían instalado en la sociedad. Tampoco tomó en serio el nivel de resentimiento social que iba creciendo provocado por su recaída en las peores prácticas políticas y de gobierno. Subestimo el poder transformador y punitivo del voto y hoy nuevamente ha sido desterrado del poder.

Luego de la catástrofe muchas voces priistas llaman al arrepentimiento y la renovación. Convocan a reconocer errores y a iniciar un periodo de reflexión y autocrítica para encontrar la redención y el perdón de los ciudadanos. Se preguntan afligidos: ¿Por qué hemos llegado hasta aquí?,  ¿qué hicimos mal? ¿Cómo construir a  partir de ahora un partido que luche por un poder que sirva a la gente y deje de ser un partido que sirva al poder? Admiten arrepentidos: “nos cerramos, no entendimos los cambios de la sociedad: la sociedad se abrió y nosotros nos cerramos. Hoy nos abrimos a destiempo”.

Ante esta adversa realidad René Juárez Cisneros, hasta hace poco dirigente nacional del PRI, recomendó una transformación del tamaño de la derrota sufrida. “Hay que volver a las bases”, dijo. “Construir - ahora sí, después de ahogado el niño-  un partido donde las cúpulas no decidan. Un PRI que destierre la simulación y atienda la demanda de democratizar sus procesos internos y la toma de decisiones. Un PRI que interprete y entienda la nueva realidad social. Un PRI que requiere  dirigentes, legisladores y servidores públicos de tiempo completo, para que los dirigentes dirijan, los legisladores legislen, los administradores administren y los gobernantes gobiernen”.

Ante esta homilía surgen inevitables dudas. ¿Tiene remedio el PRI? ¿Realmente quiere cambiar? ¿Dónde están y quienes son los nuevos demócratas y reformadores que se necesitan en estas horas sombrías?

Si el PRI quiere cambiar deberá abrir espacio a la democracia interna, no más dedazos como método de selección de candidatos y dirigentes. El PRI no puede seguir siendo el partido de un solo hombre, llámese presidente de la república, gobernador, dirigentes de partido o de sector. Las decisiones deben surgir de las bases y a través de métodos democráticos. El tricolor deberá replantear su relación con la sociedad y representar y defender intereses populares. Está obligado a desechar el patrimonialismo y el nepotismo. Debe reconocer la carrera de partido y dejar de agraviar a la militancia. Combatir y denunciar a militantes corruptos. Sobre todo a los que ocupan un cargo de elección popular.  En pocas palabras, debe refundarse sobre otras bases éticas e ideológicas.

¿De las cenizas del PRI podrá nacer un Ave Fénix? o, ¿lo que queda de él son solo ruinas destinadas a  ser estudiadas por los arqueólogos de la política?

Lo sabremos en unos cuantos meses.

 

Ya es oficial. Andrés Manuel López Obrador ha sido declarado presidente electo. Por fin el tabasqueño consiguió alcanzar el sueño que por más de 18 años acarició. Su hazaña es un triunfo de la voluntad. Venció la adversidad y derrotó a sus adversarios. Y aunque mordió muchas veces el polvo, finalmente su perseverancia lo han premiado con el privilegio de ocupar Palacio Nacional y sentarse en la emblemática Silla del Águila. A partir del primero de diciembre despachará como jefe máximo de las instituciones del país.

Con su arribo a Los Pinos se cierra un ciclo de nuestra vida política e inicia una nueva época cargada de esperanzas. Son muchas las expectativas y compromisos por cumplir. No puede fallar. No se lo perdonarían millones de mexicanos que están confiando en su proyecto. La sociedad quiere un cambio radical y por eso le han dado tanto poder para que no tenga el pretexto de que no pudo o que se lo impidieron los de la “mafia del poder”.

Ahora viene lo bueno y a la vez lo más complicado: cumplirle a la sociedad.

Desde el  pasado miércoles 8 de agosto el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación le entregó la constancia que lo declara legalmente el ganador de la contienda. Y aunque para muchos este fue un mero trámite para efectos legales, simbólicos y prácticos era necesario esperar que se anunciara que AMLO es el nuevo presidente de la república.

Al recibir su constancia de mayoría Andrés Manuel López Obrador reiteró su compromiso de encabezar un gobierno honrado y justo, acabar con la prepotencia, el influyentísimo, la deshonestidad y la ineficiencia,  la corrupción y a la impunidad.  Atajar la violencia atendiendo para ello las causas que la originan y reformular la política de seguridad, construir la reconciliación nacional con base en el bienestar y en la justicia.

“La gente votó para que exista en México un verdadero Estado de Derecho; el pueblo quiere legalidad, no la simulación que en la aplicación de la ley ha persistido desde el Porfiriato.

Los mexicanos votaron también para que se ponga fin a las imposiciones y los fraudes electorales. Quieren castigo por igual para políticos corruptos y para delincuentes comunes o de cuello blanco.

Que los encargados de impartir justicia no actúen por consigna y que tengan el arrojo de sentirse libres para aplicar sin cortapisas ni servilismos el principio de que al margen de la ley, nada, y por encima de la ley, nadie”.

“Actuaré con rectitud y con respeto a las potestades y la soberanía de los otros poderes legalmente constituidos.  El Ejecutivo no será más el poder de los poderes ni buscará someter a los otros. Cada quien actuará en el ámbito de su competencia y la suma de los trabajos respetuosos e independientes fortalecerá a la República y el Estado Democrático de Derecho. Ninguna tentación me quitará la autenticidad o desviará mí camino en la búsqueda del humanismo y la fraternidad.

Voy a cumplir todos los compromisos de campaña, no le voy a fallar a los ciudadanos y habré de ser fiel en todos mis actos al interés, la voluntad y el bienestar del único que manda en este país: el pueblo de México”.

Victoria indiscutible.

López Obrador gana la elección con el 53.19% de la votación, 30 millones, 113 mil votos. El PAN y sus aliados obtuvieron el 22.27%, 12 millones, 610 mil votos y el PRI y sus socios, 16.40%, 9 millones, 289 mil votos. El candidato independiente Jaime Rodríguez Calderón, “El Bronco”, obtuvo 2 millones 961 mil 732 votos.

El triunfo del nuevo presidente de la república fue contundente. AMLO ganó la elección presidencial en 31 de las 32 entidades federativas, en 82% de las casillas, en 92% de los distritos y en el 80% de los municipios. Gana además cinco de las nueve gubernaturas que estuvieron en disputa y  tendrá mayoría en 19 congresos locales.

En la Cámara de Diputados el tabasqueño contará con el 61% de los diputados (189 de Morena, 61 del PT y 56 del partido Encuentro Social). La Coalición “Por México al Frente” formada por el PAN, MC y el PRD tendrá el 26% de los diputados (PAN 83, MC 27 y PRD 21). La otra coalición, “Todos por México” integrada por el PRI, Verde Ecologista y Nueva Alianza sumarán el 13% de los legisladores federales (El PRI 45 diputados, el Verde 16 y Nueva Alianza 2, este último está a punto de perder el registro como partido nacional).

En el Senado de la República López Obrador tendrá de su lado a 69 de los 128 senadores que integran la Cámara Alta, el 54% del total (55 de Morena, 8 del PES y 6 del PT). El PAN tendrá 23 senadores, PRD 8 y Movimiento Ciudadano 7, esto equivale al 30% del total. El PRI y sus aliados tendrán el 16% de los senadores (PRI 13, Verde Ecologista 7 y Nueva Alianza 1).

CARAS Y CARETAS.

No paran los desencuentros al interior de Morena en San Luis Potosí. Una vez más salen a relucir las marcadas diferencias que existen entre los grupos que integran a este partido. Los conflictos dejan ver las tóxicas ambiciones que fermentan en aquellos que quieren quedarse con la franquicia de esta organización.

A los líderes de Morena les encanta lavar la ropa sucia en público. Los ataques que protagonizan en los medios de comunicación los exhiben como políticos inmaduros y ambiciosos.

 

 

Atento aviso. A partir de este lunes 13 de agosto me voy de vacaciones. Regreso con mis artículos de opinión el 27 de este mes.

 “Se dice que en el Edén, debajo del Árbol del Bien y del Mal, floreció un arbusto de rosas. Allí, junto a la primera rosa, nació un pájaro, de bello plumaje y canto incomparable cuyas convicciones lo convirtieron en el único ser que se negó a probar las frutas del Árbol  Prohibido. Cuando Adán y Eva fueron expulsados del Paraíso, cayó sobre el nido una chispa de la espada de fuego de un Querubín y el pájaro ardió en llamas.

Pero de las propias llamaradas, surgió una nueva ave, el Fénix, con un plumaje inigualable, alas de color escarlata y cuerpo dorado. La inmortalidad fue el premio por su fidelidad al mandato divino. Por ello el Ave Fénix nunca morirá, siempre podrá renacer de sus cenizas”.

Cuando el PRI vivió su época de oro como partido casi único (1929 -1976), cuando parecía inmortal, cuando muchos priistas presumían que había PRI para rato y que su dominio duraría quinientos años como el Imperio Romano, parecía que la profecía se cumplía en cada elección.

Pero "el poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente". Y fue así que el PRI fue desgastándose por los usos y abusos que cometía. Y a diferencia de la inmortalidad que recibió como premio el Ave Fénix por su fidelidad a los principios, el tricolor fue expulsado del paraíso terrenal llamado poder presidencial por traicionar sus compromisos con el pueblo. Ya se sabe: “El poder es tan difícil de ejercer y tan fácil de perder”.

El Revolucionario Institucional fue echado de Los Pinos por primera vez en el año dos mil por Vicente Fox, un deslenguado populista que supo aprovechar el hartazgo que había hacia el aparentemente invencible partido fundado en 1929.

Se dio entonces la primera alternancia en el poder presidencial. Luego vino el desencanto por el cambio que nunca llegó en los  gobiernos de Fox y Felipe Calderón. Ante el derrumbe del PAN como alternativa de gobierno, el PRI, como fiera al asecho, aprovecho para venderse como alternativa de probada experiencia, la de un partido que si sabía cómo gobernar. Y recibió una segunda oportunidad en 2012.  Ese año Enrique Peña Nieto ganó la elección presidencial.

Pero, ¡oh! desilusión. El retorno del PRI fue un viraje al pasado. Los peores vicios resucitaron: Corrupción, impunidad, ineficiencia, abuso del poder.

El Partido Revolucionario Institucional no supo aprovechar la segunda oportunidad que le dieron los ciudadanos para comprobar que había cambiado. No leyó los cambios que se habían instalado en la sociedad. Tampoco tomó en serio el nivel de resentimiento social que iba creciendo provocado por su recaída en las peores prácticas políticas y de gobierno. Subestimo el poder transformador y punitivo del voto y hoy nuevamente ha sido desterrado del poder.

Luego de la catástrofe muchas voces priistas llaman al arrepentimiento y la renovación. Convocan a reconocer errores y a iniciar un periodo de reflexión y autocrítica para encontrar la redención y el perdón de los ciudadanos. Se preguntan afligidos: ¿Por qué hemos llegado hasta aquí?,  ¿qué hicimos mal? ¿Cómo construir a  partir de ahora un partido que luche por un poder que sirva a la gente y deje de ser un partido que sirva al poder? Admiten arrepentidos: “nos cerramos, no entendimos los cambios de la sociedad: la sociedad se abrió y nosotros nos cerramos. Hoy nos abrimos a destiempo”.

Ante esta adversa realidad René Juárez Cisneros, hasta hace poco dirigente nacional del PRI, recomendó una transformación del tamaño de la derrota sufrida. “Hay que volver a las bases”, dijo. “Construir - ahora sí, después de ahogado el niño-  un partido donde las cúpulas no decidan. Un PRI que destierre la simulación y atienda la demanda de democratizar sus procesos internos y la toma de decisiones. Un PRI que interprete y entienda la nueva realidad social. Un PRI que requiere  dirigentes, legisladores y servidores públicos de tiempo completo, para que los dirigentes dirijan, los legisladores legislen, los administradores administren y los gobernantes gobiernen”.

Ante esta homilía surgen inevitables dudas. ¿Tiene remedio el PRI? ¿Realmente quiere cambiar? ¿Dónde están y quienes son los nuevos demócratas y reformadores que se necesitan en estas horas sombrías?

Si el PRI quiere cambiar deberá abrir espacio a la democracia interna, no más dedazos como método de selección de candidatos y dirigentes. El PRI no puede seguir siendo el partido de un solo hombre, llámese presidente de la república, gobernador, dirigentes de partido o de sector. Las decisiones deben surgir de las bases y a través de métodos democráticos. El tricolor deberá replantear su relación con la sociedad y representar y defender intereses populares. Está obligado a desechar el patrimonialismo y el nepotismo. Debe reconocer la carrera de partido y dejar de agraviar a la militancia. Combatir y denunciar a militantes corruptos. Sobre todo a los que ocupan un cargo de elección popular.  En pocas palabras, debe refundarse sobre otras bases éticas e ideológicas.

¿De las cenizas del PRI podrá nacer un Ave Fénix? o, ¿lo que queda de él son solo ruinas destinadas a  ser estudiadas por los arqueólogos de la política?

Lo sabremos en unos cuantos meses.