-No mames, se cayó la torre y corrimos. Luego vimos cómo la gente se había quedado en la ruta (transporte público) y corrimos a ayudar.
Yo me metí hasta arriba del otro edificio, de ahí sacamos como a cuatro personas. Una de ellas estaba bien jodida, tenía un vestido rojo”, dice Martín, quien todos los días ocupa el crucero de Morelos y Degollado para limpiar parabrisas.
A las dos de la tarde con 14 minutos le tocó presenciar cómo el edificio central de la Torre Latinoamericana, ubicado en el centro de Cuernavaca, se desplomó sobre un camión con pasajeros de los llamados “chapulines”, que recorren 30 kilómetros entre las colonias Alta Vista hasta Civac, en Jiutepec.
No lo pensó al socorrer a los afectados. Sin camisa, con algunos tatuajes en la espalda y brazos, lleno de polvo y empapado en sudor, no quiere ser grabado, pero sí accede a platicar su experiencia.
Otro hombre que pasaba por ahí acompaña al joven de unos 17 años. El mayor reclama a un policía que lo empuja tratando de “poner orden” y acordonar la zona.
“¿Cómo ves a este cabrón?”, le dice al reportero molesto. “No mames, estos pendejos llegaron al último, nosotros nos chingamos desde que acabó el temblor. Nos metimos sin pensarlo, y ahora estos hijos de la chingada llegan sin despeinarse a querer poner orden. Que no mamen”, exclama molesto.
No se conocían antes del sismo, pero ninguno de los dos lo pensó dos veces en auxiliar a los atrapados entre los escombros. Son sólo dos de las historias que se tejen en medio de la tragedia. Junto con otras personas, se organizaron de inmediato y sin meditarlo demasiado ingresaron al edificio anexo para sacar personas que habían sido afectadas por el sismo.
No aseguran que hayan muerto personas, pero la presencia de una camioneta del Servicio Médico Forense confirma que el muerto número 43 en la entidad aún está ahí, bajo los escombros.
Al menos fueron rescatadas una decena de personas del camión de pasajeros y de los edificios aledaños. Hora y media después del sismo los policías acordonan la zona, los militares con sus brazaletes del Plan DN-III aparecen por fin con toda su parafernalia, mientras los civiles, como hace 32 años en la Ciudad de México, son quienes se organizan en brigadas para tratar de rescatar a las personas que podrían estar atrapadas bajo los escombros.
Los policías que acordonaron la zona se enfrentan a las mentadas de madre de la gente que quiere pasar. Un joven se abre paso entre la gente sobre una motoneta. Llega por fin cerca del cordón y apurado intenta cruzar caminando a través de la cinta de seguridad. Lo frenan los uniformados: “Mi esposa trabaja allá, necesito pasar a verla”. Sólo encuentra negativas.
–Ya no hay nadie –le responde un policía.
–No mames, tengo que pasar. Le revira.
Y no lo dejan pasar. Le dicen que vaya a los hospitales. Los heridos han sido trasladados a los hospitales del ISSSTE, Centenario de la Revolución, ubicado en Emiliano Zapata, y el hospital General Parres, así como a las clínicas privadas “Henry Dunand” o “Morelos”, entre otras.