- El despliegue militar es tal, que en cualquier momento podrían tomar el poder.
Por Efraín Klériga
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Con su cara de tramafat, López Obrador se pregunta en plena matiné: “¿Qué tiene de malo que el Ejército reparta juguetes?”.
“¿Saben qué es el juguete para el niño?”, afirma y fustiga, ya en plena comedia, a “los que tienen endurecido el corazón, eso no lo entienden".
Hombre de pocas salidas y muchos escondrijos, López militariza al país, mete a la discusión el Golpe de Estado e intenta alargar su mandato.
El primer intento fue cuando diputados bajacalifornianos del PAN fuero sobornados para aceptar que Jaime Bonilla alargara su periodo de 2 a 5 años.
Tras la inconstitucionalidad declarada, mandó otro buscapiés en un transitorio que aglargaba dos años la presidencia del Pleno de la Suprema Corte.
Ya sabemos que su cuota son dos años, a menos que esa otra discusión no pedida, la del Golpe de Estado, también tenga cola.
López Obrador no es Lázaro Cárdenas ni Plutarco Elías Calles, ellos eran generales, pero pensaban que el gobierno debería ser civil.
Andrés Manuel López ni siquiera ha aprendido a dar el saludo militar a la bandera que corresponde al Jefe Supremo, pero militariza al gobierno.
Es claro que su gobierno está inspirado en un confusionismo (sic) Confusiones con democracia, legalidad, deberes constitucionales, federalismo, honestidad.
A tres años no es nítido quién es López, pero sabemos quién no es: No es honesto, no es claridoso, no es congruente y no se apega a sus deberes constitucionales.
Políticamente raya en el típico comunismo guadalupano de los marxistas de café en los años 50 a 70, que mantenían veladoras bajo la fotografía de Stalin y Mao.
Pero que a la hora de ir a pedir un empleo lo querían de gerente, con todas las prestaciones y muchas vacaciones y si eran jefes… Ahí te encargo!
Queda claro López que no fue una promesa juvenil para las ligas mayores, que no es indígena, porque es nieto de peninsular y mestizos con poca sangre maya.
No es Juárez, pues ni domina el Derecho ni es un grado 33 de la masonería; no es Madero, pues no luchó para construir una democracia, sino que la emprende contra ella.
Es un gran desorganizador y hasta lo propio le revienta, como la carísima consulta para endosarle a la gente la responsabilidad de llevar ex presidentes a la picota.
Encabeza un gobierno que disparó la pobreza, antes que paliarla; que no puede con la delincuencia que le pinta violines hasta en las redes.
Fantasea que ha consolidado un nuevo Estado hegemónico, pero no sabe si es de izquierda, derecha, centro, o todo lo contrario.
Cree que solamente él se da cuenta de sus trampas e infiernitos, porque los taimados siempre se creen ser el único capaz de pensar con malicia.
Cree que solamente él y su gente saben que instituye una dictadura bolivariana y que nadie columbra la trampa escondida en la mentada revocación.
Encabeza un gobierno macrocefálico: una enorme cabeza omnipresente, no muy funcional y sus cercanos más avivados le doran la píldora y aguardan por el momento para convocar a la guardia pretoriana.
Entre ellos están Ricardo Monreal, senador presidente, y Germán Martínez Cázares, comisión de Puntos Constitucionales, que tejen un plan de revocación que sería una celada.
Una celada para la democracia, pero también una celada para López si no logra superarla, aunque cuenta con Gilberto Lozano para promoverla.
La base de López es comprada con fondos fiscales, con impunidad y patentes de corzo, pero amor comprado dura mientras hay presupuesto y los corruptos solamente son fieles en las maduras.
Él mismo se tiende la cama: Para borrar todo rastro de la institucionalidad, olvida el progreso del país, la recuperación de la pandemia y el combate a la pobreza.
Ocupa el tiempo para satanizar disidentes de toda índole y en que sus antecesores sean vistos como corruptos y, mientras quita a la burocracia militariza la administración pública.
La milicia construye infraestructura, vigila aduanas y puertos, son policías preventivos e investigadores, banqueros y ahora reparten gas y juguetes.
“¿Qué tiene de malo que el Ejército reparta juguetes?”…. Pues hace unos años él mismo se oponía hasta que estuvieran al frente del combate a la delincuencia organizada.
Como no es un ideólogo de la talla de Jesús Reyes Heroles, ni un cínico simpático y práctico como Fidel Castro, al tratar de hipnotizar a todos se ha hipnotizado solo.
Washington ha advertido que el despliegue que tiene ya la milicia en México es tal, que en cualquier momento podrían tomar el poder sin dar Golpe de Estado.
Imaginen que mañana el Ejército ahorca fronteras, puertos, programas sociales, tráfico aéreo, reparto del gas y detiene a periodistas, opositores y gobernadores ¿Quién lo impide?.
Pronto los mandos del Ejército Mexicano tendrán que elegir si su lealtad es para el Presidente o cumplirán su misión de velar por la Patria.