La pandemia provocada por el coronavirus progresa. Por más esfuerzos que hacen las autoridades sanitarias la mortífera enfermedad gana terreno. Día a día deja una estela de dolor y muerte.
De nueva cuenta se han encendido las alarmas. Las autoridades están muy preocupadas porque los contagios se han multiplicado y las muertes se cuentan por miles. La semana pasada San Luis Potosí ocupó el alarmante segundo lugar nacional en número de casos activos.
Hace unas semanas las autoridades cometieron el error de retirar el Semáforo Epidemiológico Rojo, lo que fue interpretado por los ciudadanos como un permiso para regresar a la normalidad. Se asumió que lo peor de la enfermedad ya había pasado y todo mundo abandonó las medidas de prevención (uso de cubrebocas, sana distancia, saludo de etiqueta, gel antibacterial, entre otras). Los bares y restaurantes reabrieron, las fiestas y jolgorios volvieron, las plazas y mercados públicos retomaron sus actividades masivas. Se nos olvidó que el malvado virus estaba al asecho y en cuanto bajamos la guardia reapareció para cobrarnos la factura.
Hoy ante el número de defunciones causadas por el Covid-19 (48 mil en el país y 588 en el estado), la Secretaría de Salud ha anunciado que tendrá que comenzar a hacer uso de los Hospitales Centinela ya que la demanda de atención a enfermos empieza a saturar clínicas y hospitales.
Para enfrentar el desbordado incremento de casos algunos municipios están acordando en los Cabildos medidas coercitivas –multas- para quienes no usen el cubrebocas o violen los reglamentos de espectáculos y comercio.
Este asunto del coronavirus se ha convertido en una peligrosa amenaza para la salud pública y las autoridades municipales empiezan a utilizar las facultades que les otorga la ley, a través de los Bandos de Policía y Buen Gobierno, para disciplinar a los ciudadanos. El bien mayor que quieren tutelar es la protección de la vida.
VEN LA TEMPESTAD Y NO SE HINCAN.
Las personas están muriendo en forma masiva por el Coronavirus y aun así miles salen a las calles sin cubrebocas. Los más intrépidos incluso acuden a bares, tianguis y bailongos desafiando a la muerte; la sana distancia les vale un comino. ¿Irresponsabilidad, inconciencia o machismo?
Por lo que se ve los mexicanos no le tienen miedo a la muerte. Al contrario, la festejan, la abrazan.
Cuánta razón tenía el poeta del pueblo José Alfredo Jiménez cuando en los versos de su famosa canción “Caminos de Guanajuato decía: “La vida no vale nada, no vale nada la vida”.
Por esta forma de pensar tan arraigada las autoridades sanitarias difícilmente van a lograr que aceptemos sin remilgos las medidas preventivas contra el coronavirus. Para que obedézcanos tal vez el gobierno tiene que hacer uso de los instrumentos que le permite la ley. Lo puede hacer a través de un reglamento municipal que se llama Bando de Policía y Buen Gobierno. Muchos van a decir que es una medida injusta que viola derechos humanos. Pero ante la gravedad de la crisis sanitaria se hace necesario adoptar medidas más radicales aunque a muchos no les gusten. Es probable que se autoricen multas para los mal portados. Aunque también sería muy conveniente que los Ayuntamientos organicen brigadas para repartir cubrebocas y gel antibacterial a quienes no los lleven antes de aplicarles la multa o remitirlos a la barandilla.
La salud y la vida de la población están en riesgo. Así que por el bien de todos se debe apoyar la aplicación de medidas más radicales para prevenir los contagios y las muertes por Covid-19.