Apaleado en las urnas en 2018, deshonrado por ex gobernadores y funcionarios corruptos, con una credibilidad en bancarrota, ocupando un tercer lugar en las preferencias electorales, sobrellevando las renuncias de importantes liderazgos y extraviado ideológicamente, el PRI hace esfuerzos heroicos para sobrevivir.

Un primer intento para reparar lo que en otros tiempos fue una poderosa maquinaria electoral se ha llevado a cabo en los últimos dos meses a través de un proceso de elección de dirigentes nacionales que culminó el pasado 18 de agosto.

Sin embargo, no todo resultó como se esperaba. La elección interna en la que participaron cerca de 2 millones de priistas sufrió un descalabro cuando Ivonne Ortega, una de las competidoras, denunció supuestas irregularidades que la llevaron a descalificar el proceso electivo y a tomar la decisión de renunciar al PRI, partido en el que militó 29 años.

A pesar del ruido que provocó esta deserción Alejandro Moreno y Carolina Viggiano asumieron el cargo como nuevos dirigentes del tricolor.

En su toma de protesta, “Alito”, como se le conoce coloquialmente al nuevo presidente del PRI envió un claro mensaje a la sociedad, a los priistas y al gobierno de la Cuarta Transformación acerca de cuál será la estrategia para rehabilitar a su partido.

Líneas de acción para encontrar el camino perdido.

Para Alejandro Moreno el PRI estuvo secuestrado por un grupo de aprovechados que formaron la llamada “nomenclatura”. Este clan de advenedizos manipuló para su particular interés al Partido Revolucionario Institucional utilizando a los militantes como peones.

Convirtieron al PRI en un partido de derecha que acabó traicionando sus orígenes revolucionarios de honda raíz popular.

Durante los 36 años que duró el proyecto neoliberal, el PRI se desfiguró ideológicamente y se alejó de sus militantes.

La “nomenclatura” menospreció la carrera de partido y cerró la puerta a la democracia interna; se dedicó a repartir candidaturas entre priistas de closet que se ganaban las oportunidades en los pasillos y salones del poder y no a partir de trabajar con la sociedad y las bases militantes.

Pero, según “Alito”, esto se acabó. Con la elección de nuevos dirigentes a través de una Consulta Directa a la Militancia el prolongado secuestro ha terminado. Los priistas ya no tienen por qué obedecer instrucciones de la cúpula, a partir de ahora las decisiones tendrán que ser colegiadas.

El nuevo dirigente nacional está anunciando que el PRI regresará a sus orígenes y que comenzará un nuevo ciclo en el que se recuperaran los vínculos con la sociedad, los militantes, los sectores y las organizaciones del partido.

Las reformas que vienen.
A principios del próximo año la nueva dirigencia del PRI convocará a la realización de una Asamblea Nacional en la que se deberá acordar cuál debe ser el nuevo perfil de este partido.

Alejandro Moreno está proponiendo debatir en este evento cuatro temas para definir el tipo de partido que se debe promover.

El primero tiene que ver con una redefinición ideológica. ¿Qué credo partidista debe caracterizar al PRI? 
Para “Alito” el Revolucionario Institucional debe ser un partido progresista de centro-izquierda que se inscriba en la corriente socialdemócrata. Propone abrazar a una socialdemocracia moderna, seguidora de una economía abierta, con responsabilidad social y comprometida con la democracia liberal.

El segundo reto tiene que ver con las formas de organización interna que debe adoptar para ser más competitivo, un partido digital, democrático, con liderazgos nuevos, profesionales, que dé prioridad al trabajo de campo y no solo de escritorio, que tome decisiones colegiadas y que haga suyas las causas más urgentes de la sociedad.

La tercera definición se refiere a la posición que el PRI debe adoptar frente al poder. Se acepta que hay que dialogar con el gobierno de Andrés Manuel López Obrador pero de manera transparente, no en lo oscurito. Que hay que convertirse en una oposición firme y crítica, pero “técnicamente útil”, es decir, una oposición que construya, proponga y que no descalifique a priori las iniciativas del Presidente.

El nuevo dirigente se ha comprometido a defender las instituciones, la autonomía de la autoridad electoral y a no votar por figuras jurídicas que parecen democráticas, pero que son todo lo contrario, como la revocación del mandato.

Por último, “Alito” ha hecho el compromiso de garantizar que se postulen a cargos de dirigencia y elección popular a quienes hayan acreditado carrera de partido y cuenten con un sólido respaldo de los militantes.

Caras y caretas

Luego de la elección interna en la que resultó ganadora la fórmula integrada por Alejandro Moreno y Carolina Viggiano muchos de los adversarios del PRI han asegurado que hubo poca participación de sus militantes y que por ello la nueva directiva tiene poca legitimidad.

Si nos atenemos a los datos duros que existen en relación con las elecciones de dirigentes nacionales de otros partidos ocurridas recientemente, se derrumba ésta aseveración. Veamos.

Marko Cortés, del PAN, fue electo por 168 mil 200 panistas; Ángel Ávila, del PRD, asumió por prelación y fue electo por 352 consejeros tras la renuncia de Manuel Granados y la dirigente de Morena, Yeidckol Polevnsky, fue elegida como interina por 1,571 consejeros nacionales de su partido.

En contraste Alejandro Moreno y Carolina Viggiano resultaron ganadores con una votación a su favor de un millón 603 mil 725 votos, de casi 2 millones de priistas que salieron a votar.