- Acusan que el campo trumpista ha inflando sondeos a su favor.

- Que su ascenso en preferencias es más un artificio que algo real.

Por Alejandro Moreno
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Las encuestas sobre intención de voto en Estados Unidos han venido mostrando una contienda muy cerrada: la ventaja que tuvo Kamala Harris parece haberse evaporado, mientras que los pronósticos han comenzado a favorecer a Donald Trump.

Como encuestador, uno espera, desea, que las encuestas salgan bien en sus estimaciones. No obstante, el peso de 2016 y las fallas de 2020 dejaron amplias dudas acerca de si los sondeos están efectivamente midiendo bien.

En 2016, los sondeos, sobre todo en estados competidos, alimentaron una plétora de pronósticos y proyecciones a favor de Hillary Clinton, mientras que en 2020 sobreestimaron el apoyo a Joe Biden.

En este 2024 falta muy poco para que sepamos qué tan exactas resultan las estimaciones de las encuestas. No obstante, en la recta final han surgido acusaciones de que el campo trumpista ha estado inflando los sondeos a favor del magnate y que su ascenso en las preferencias pudiera ser más un artificio propagandístico que un hecho real.

Difícil saberlo, pero es una acusación de que hay encuestas partidistas que no están dando una visión confiable acerca de lo que está sucediendo.

Un estratega político del lado demócrata ha estado posteando en la red social X este tipo de acusaciones, señalando un número creciente de encuestas y sondeos de afiliación republicana que están inflando a Trump, y que, como consecuencia, los diversos promedios y proyecciones le dan muchas más probabilidades hoy de ganar que hace algunas semanas.

El asunto vino a mi atención a través de la comunidad de WAPOR, la Asociación Mundial de Investigadores de Opinión Pública que presidí hace diez años, donde se planteó la preocupación de si efectivamente hay o no este grado de manipulación de los sondeos y de cómo eso puede impactar en la credibilidad de los mismos.

Lo interesante de la acusación no estriba en si hay o no encuestas partidistas, las cuales siempre las ha habido en ese país y de manera más o menos abierta. Lo que llama la atención es que se señale una estrategia de la campaña trumpista para no solamente dar la impresión de ser el probable ganador, sino también de justificar un posible fraude, en caso de no resultar favorecido por el voto del Colegio Electoral.

En otras palabras, y parecido a lo que hemos señalado en el caso mexicano, la contienda en Estados Unidos ha tomado un tinte encuestocéntrico, con el cual se busca influir no sólo en las preferencias, sino en el ambiente, en la narrativa, en el imaginario y en las acciones y discursos después de la elección.

Y vaya que el electorado norteamericano está preocupado acerca de lo que puede pasar luego de las elecciones. De acuerdo con una encuesta de AP-NORC (Associated Press y National Opinion Research Center, en la Universidad de Chicago), sólo 33 por ciento de las personas entrevistadas cree que Trump aceptará los resultados de la elección, aun si las pierde. Según el estudio, casi la totalidad de simpatizantes del Partido Demócrata cree que Trump va a rechazar los resultados si no le favorecen. La creencia mayoritaria es que Trump no reconozca un eventual triunfo de Harris.

Por otro lado, 7 por ciento de demócratas cree que su candidata sí concedería en caso de perder, mientras que 39 por ciento de republicanos cree que no lo haría.

Además, el sondeo indica que 76 por ciento de electores manifiesta preocupación de que pueda haber violencia poselectoral con el fin de revertir los resultados.

Hay incertidumbre, hay tensión, y hay mucho en juego... y las encuestas están, como en cada elección, en la mira de muchos.
Entre las primeras cosas que suelen decirse al saberse los resultados de las elecciones es ‘se equivocaron las encuestas’, si es el caso.

Pero en el caso contrario, es decir, de que sean lo suficientemente exactas en sus estimaciones, pocos suelen decir que las encuestas estuvieron bien. La suerte poselectoral de las encuestas es asimétrica. Se magnifican sus errores, mientras que sus aciertos y exactitud pasan a un segundo plano.

Ya veremos el martes qué sucede. De nuevo, como encuestador espero que las encuestas en su conjunto salgan bien libradas de esta interesantísima y crucial contienda electoral. Y digo en su conjunto porque, aunque algunas suelen ser más exactas que otras, por lo general la suerte de las encuestas, en plural, se asocia más con las que salen mal que con las que salen bien. Veremos también si esta asimetría persiste.