- Desde el derrumbe en la Línea 12 del Metro en la CDMX, el enfrentamiento personal entre Claudia y Marcelo fue tajante.

- ¿De quién fue la culpa del trágico derrumbe?.

Por Rogelio Ríos
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Siempre pensé que, de una u otra manera, Marcelo Ebrard y su grupo político tendrían que ser incluidos en el nuevo gobierno de Claudia Sheinbaum, candidata ganadora a la presidencia de la república.

Lo pensé porque Marcelo representa lo que es quizá la última visión política, dentro de Morena, que no rechaza los beneficios de la apertura al exterior, el impulso a la clase media, la participación empresarial ni el TMEC como factores externos favorables al desarrollo económico del país, dentro del cual el Estado jugaría un papel clave, pero no avasallante.

Hay, en ese contexto, un problema y una oportunidad con Marcelo.

La visión ebrardorista (no confundir con obradorista, por favor) libra una lucha cerrada contra las visiones de otros grupos morenistas (Fernández Noroña, Bartlett, Jesús Ramírez, El Fisgón, Martí Batres y otros) que proponían lo contrario: la defensa a ultranza de la soberanía nacional, el rechazo a la apertura externa, la inversión privada en áreas de energías limpias, la negativa a seguir la ruta de la integración con Estados Unidos (rechazo al Tratado de Libre Comercio con EU y Canadá) y la conducción estatista de la economía, además del repudio a los compromisos internacionales del gobierno mexicano.

Fue la de Ebrard la propuesta de gobierno mejor elaborada en contraste con los otros aspirantes, por ejemplo, en su libro “El Camino de México” (2023, Aguilar) y con argumentos como el siguiente: “el camino que hemos recorrido busca exponenciar la integración económica y tecnológica para crear bienestar en nuestro país, y al mismo tiempo ampliar nuestra autonomía e identidad”.

Propone Ebrard que se puede tener todo (“la enchilada completa”, diría en otro tiempo Jorge G. Castañeda): aumentar la integración económica con América del Norte mientras se mantienen intactas la soberanía e identidad nacionales.

¿Escucharon ustedes alguna propuesta similar de parte de Claudia Shienbaum o de cualquier otra tribu morenista?

El Problema

Visto lo anterior, ¿cuál es el problema de la participación de Marcelo Ebrard en el gobierno de Claudia Sheinbaum?

El choque político entre ellos fue severo en la lucha por la candidatura presidencial morenista en 2023. Recordemos que Ebrard acusó al propio gobierno obradorista (específicamente a la Secretaría del Bienestar) de operar con personal y recursos financieros a favor de Sheinbaum, y solicitó a Morena una investigación interna al respecto.

Es decir, el gesto político de la invitación de Claudia a Marcelo a su gabinete presidencial (en la Secretaría de Economía) es uno de conveniencia política frente a otro grupo político morenista, pero no borra las heridas y agravios personales.

Desde el derrumbe de un tramo de la Línea 12 del Metro en la CDMX (en el año 2021 con 26 muertos y al menos 79 lesionados), el enfrentamiento personal entre Claudia y Marcelo fue tajante: ¿De quién fue la culpa del trágico derrumbe?

A pesar de que el dictamen de los peritos noruegos sobre el derrumbe puso la responsabilidad principal en la falta de mantenimiento (Claudia) más que en la construcción (Marcelo), la entonces Jefa de Gobierno simplemente descalificó el peritaje de la empresa noruega DNV por supuesto “sesgo político” (ver el libro de Icela Lagunas. “Línea 12. Crónica de una tragedia anunciada”. Editorial Planeta, 2021).

¿Cuánto va a durar la tregua política entre Marcelo y Claudia?

La Oportunidad

En términos futbolísticos, Marcelo es un jugador de muy buenos primeros tiempos, pero su rendimiento decae en los últimos 45 minutos. Entre 2018 y 2021, fue el funcionario maravilla, el “Golden Boy” del presidente López Obrador que le resolvía todo y le ayudó a salvar algo de imagen durante los peores momentos de la pandemia de Covid 19.

En la segunda parte del sexenio (2021-2024), en el segundo tiempo del partido, Marcelo ya no fue tan útil a López Obrador y, aunque no salió de la cancha, su pérdida de influencia sobre el presidente fue evidente, justo cuando se perfilaba ya la sucesión presidencial.

Entonces, entre 2024 y 2027 esperaremos el mejor desempeño de Ebrard en el gabinete presidencial; después, quién sabe.

Desde la cartera de Economía, al ebrardorismo le tocará enfrentar la revisión quinquenal del TMEC (programada para 2026).

Si eso ocurre bajo una segunda presidencia de Donald Trump, tendrá Marcelo que enfrentar las presiones de revisión o ruptura del Tratado que vengan tanto desde Estados Unidos como de los grupos radicales de Morena en México.

Entre tanto, en los próximos tres años se irán resolviendo las controversias existentes dentro del mecanismo del TMEC (energías limpias y transgénicos, por ejemplo), además de controversias de arbitraje internacional, como la presentada recientemente por las empresas chinas afectadas por la suspensión abrupta de sus concesiones de litio en México.

Marcelo y los ebrardoristas también tendrán que cuidarse de las zancadillas en el terreno de juego y de las patadas bajo la mesa de sus “hermanos” morenistas, pero es la única forma de que el último grupo morenista que propone una visión moderada de país abierta y global se imponga a la visión del nacionalismo rancio y el estatismo, fundado en la destrucción de los equilibrios democráticos, de los ultranacionalistas.

Por eso veo como una oportunidad, más que como problema, la inclusión de Marcelo Ebrard en el gabinete presidencial de Scheinbaum.
Se sacó Marcelo la rifa del tigre, como se dice en la política mexicana: ¿Qué hará con él?.