Como ya lo hemos expresado en un sin número de artículos, hoy día la sociedad planetaria está arribando a la llamada sociedad del conocimiento, que consiste en que el valor de las mercancías ya no lo determina la cantidad de trabajo humano necesario para producir una unidad de mercancía, si no que hoy el determinante del valor es el conocimiento que se requiere para producir una unidad de mercancía.
En esta nueva realidad en la que tenemos que analizar el programa de becas para estudiantes echado a andar por el Presidente López Obrador, pues este país no llegará a los niveles de desarrollo por todos deseado, sin unos altos niveles de educación (que incluye formación de valores; morales cívicos, patrios y sociales) y formación de competencias laborales.
Para que usted, amigo lector, se dé cuenta de la magnitud del reto, le diremos que México ha obtenido 64,6 puntos en el Índice de Competitividad de 2018, publicado por el Foro económico Mundial, que mide cómo utiliza un país sus recursos y capacidad para proveer a sus habitantes de un alto nivel de prosperidad, ocupando el nada honroso lugar 46 de 140 países analizados.
De acuerdo al análisis del Foro Económico Mundial, la principal fortaleza de México se registra en el tamaño de mercado, ya que es una de las economías más grandes del mundo en términos de producción, comercio y población.
Presenta también un alto grado de estabilidad macroeconómica, debido a una reducción en la relación deuda pública/PIB al pasar de 46.04% en 2017 a 45.53% en 2018.
Además, exhibe gran dinamismo en los negocios, asociado a un marco regulatorio adecuado.
El organismo resalta que la principal debilidad para el país sigue siendo el tema de Instituciones, debido a la percepción acerca del crimen organizado y de los servicios policiacos, así como a una elevada tasa de homicidios (19.3 por cada 100,000 habitantes) cosa que a los del “prian” parece importarles poco, pues han antecedido sus mezquinos intereses partidarios a la seguridad de los ciudadanos.
En el mercado laboral, se identifica un desafío en términos del incumplimiento de los derechos de los trabajadores y de una elevada tasa impositiva laboral.
México sigue asimismo rezagado en el rubro de educación, principalmente en la habilidad para enseñar a pensar y razonar.
La mejora de la competitividad constituye un objetivo primordial de la política económica del nuevo gobierno, ya que el sector exterior tiene que suplir la debilidad de la demanda interna en un contexto de corrección del excesivo endeudamiento (46% del PIB) acumulado durante las anteriores administraciones federales, lo que ha provocado una política de austeridad y combate a la inflación para llevar a cabo las políticas expansivas de demanda agregada.
Como es fácil de comprender en el mundo de hoy un país se vuelve más competitivo cuanto más tecnología, conocimientos y capacidades humanas posee.
En los días que corren, un país es más rico no por la cantidad de territorio. Suiza, Japón, Singapur son ejemplos de países desarrollados con pequeños territorios.
Tampoco determinan la riqueza de un país su dotación de recursos naturales. Japón no tiene un solo pozo petrolero, pero es un importante exportador de petroquímica, es decir compra crudo barato y vende productos transformados que generan más valor a través de una cadena de conocimiento.
A nosotros no nos cabe la menor duda que el gobierno actual tiene claro de cuál es su objetivo trascendental: lograr el mayor nivel de prosperidad para los ciudadanos sin comprometer el futuro (recursos naturales, capital humano, medio ambiente).
El presidente López Obrador quiere incluir a todos los habitantes; ya no quiere representar sólo los intereses de algunos sectores. Esto nos lleva a la idea de lograr una adecuada distribución de la riqueza.
Obviamente, para distribuirla hay que primero crearla. Hay sobrados ejemplos de procesos político- económicos que pretendieron distribuir lo no creado y que atrasaron el crecimiento, ejemplo fue Cuba, donde se logró justicia pero con pobreza.
Para México, país de ingresos medios, progresar implica minimizar la mortalidad materna e infantil, las enfermedades infecciosas, las carencias en la nutrición y maximizar las posibilidades de acceso al agua corriente y a instalaciones sanitarias, a la vivienda y a la energía.
En cuanto a la seguridad, una baja tasa de crímenes violentos, extorsión, secuestros etc.
Lograr una alta tasa de alfabetización y el acceso para la mayor cantidad de gente posible a los distintos niveles de la educación. Lograr bajos niveles de consumo de azúcares y carbohidratos y una buena calidad en el medio ambiente.
Para lograr todo esto y algunos aspectos adicionales que cada uno pueda agregar, es imprescindible generar crecimiento económico sostenible en el tiempo. Para ello tenemos que, de la misma manera, ganar productividad y competitividad, fundamentalmente en las manufacturas y los servicios.
Está comprobado que los países que son competitivos brindan a su gente una mayor prosperidad. Todo lo dicho se torna más imperativo en un mundo que está entrando en tiempos de cambios disruptivos que van a alterar significativamente la forma de hacer negocios.
Esto es una gran amenaza, así como una gran oportunidad.
Por estas razones, pensamos que se está en el camino correcto, invertir en que los jóvenes se eduquen, que tengan un sistema universal de salud no es gasto asistencial, es inversión social. Ahora solo falta la cereza del pastel.
¡Una real reforma educativa!, que como ya lo expresé, otorgue a los educandos ciencia, tecnología, pero también valores y competencias laborales.
Por lo demás recuerde. La de Ud. es la mejor opinión.