- Se exhibe como la mejor prueba de la traición a sí mismo y a sus seguidores.
- En el enorme abismo entre lo que dice y lo que hace.
Por Rogelio Ríos
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Quedará para caso de estudio de historiadores de nuestra época en el futuro el surgimiento y caída de Andrés Manuel López Obrador debido a su incongruencia y por culpa de sus contradicciones.
La definición del concepto no es sólo “la falta de congruencia”, sino “dicho o hecho falto de sentido o de lógica”; además, “vicio o defecto de las sentencias por falta de congruencia”, según el diccionario de la Real Academia Española.
Falta de lógica es lo que se percibe de inmediato en el liderazgo de López Obrador. No sólo por su rumbo errático en las decisiones de gobierno, sino por el desapego sistemático a las posturas políticas que propugnaba como candidato opositor frente a las que adoptó como gobernante, como en el tema de la militarización.
Me recuerda esa evidente falta de coherencia lopezobradorista lo que Jesús Silva-Herzog Márquez refería de Ortega como “el hombre cápsula”: “Sus ojos ven sólo lo que quiere ver; sus oídos escuchan solamente lo que ha seleccionado para oír. No tiene curiosidad por descubrir sino ansia por ratificar. No sabe más de lo que ya sabía, pero lo quiere más intensamente. Su ignorancia es orgullosa y beligerante.” (En “La Casa de la Contradicción”. México: Taurus, 2021).
No es, claro está, la incongruencia un rasgo exclusivo de López Obrador ni empezó ni terminará con él una vez que salga del poder.
Los anteriores presidentes mexicanos han compartido algún grado de esa ignorancia “orgullosa y beligerante” que desplegaron una vez llegados al poder.
Todos ellos han compartido la incapacidad de reconocer sus contradicciones, las cuales consideran, como dice López Obrador, simples “cambios de opinión”. Para ellos, la incongruencia no existe ni la contradicción es un pecado, sino una virtud.
“Para muchos mexicanos, un voto por AMLO fue un voto por la paz”, nos dice Denise Dresser. “Un voto por AMLO fue un voto por la salida paulatina y programada de las Fuerzas Armadas, no su expansión y fortalecimiento”.
“Pero el gobierno ha prolongado la guerra iniciada por Felipe Calderón y continuada por Peña Nieto. Tan criticada y luego emulada, tan repudiada y luego mimetizada, tan rechazada y luego copiada” concluye (en “¿Qué sigue? 20 lecciones para ser ciudadano en un país en riesgo”. México: Aguilar, 2023).
Una de las grandes banderas de la transición democrática en México, la desmilitarización, se convirtió en lo opuesto bajo el gobierno de López Obrador: la mayor militarización jamás vista en el país en la época contemporánea, ¡vaya incongruencia!
Cierro mi argumento con una declaración de Porfirio Muñoz Ledo a fines de 2022 que resume sus críticas finales a AMLO, de quien había sido mentor en los inicios de su carrera política, y la decepción con su liderazgo: “Juárez dijo que entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz y nuestro presidente viola el derecho interno y se burla del derecho internacional, por eso se llama el anti-Juárez”.
La incongruencia no es virtud política. La contradicción no es simple cambio de opinión. Por el contrario, López Obrador las exhibe como la mejor prueba de la traición a sí mismo y a sus seguidores en el enorme abismo entre lo que dice y lo que hace.
“El gobierno lopezobradorista criticó el belicismo de Calderón, pero acabó dándole la razón", escribe Denise Dresser. “No sólo regresó al camino trazado por el expresidente, lo volvió una supercarretera”.
Recordemos al presidente incongruente y sus promesas rotas al votar el 2 de junio.