- Los debates revelan personalidades de los contendientes.

- Las de Xóchitl y Claudia son perfiles opuestos en lo emocional e intelectual.

Por Rogelio Ríos
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Con dificultad pude recordar, al hacer esta colaboración, lo que los candidatos presidenciales dijeron específicamente sobre “la ruta hacia el desarrollo de México”, el tema del segundo debate presidencial.

No fue mucho lo que recordé: generalidades sobre impulsar desde el Estado a la empresa, sobre todo a la mediana y pequeña empresa (Xóchitl Gálvez); mantener un papel central del gobierno en el manejo de la economía (Claudia Sheinbaum), y desarrollar una estrategia económica basada en el desarrollo sustentable y la energía limpia (Jorge).

En fin, nada que no hayamos escuchado o visto antes en las plataformas electorales de cada candidato presidencial. Nada para recordar.

Después del segundo debate presidencial las mesas de análisis ardieron, pero con otros temas y ángulos: la mejoría sustancial del desempeño de Xóchitl, la notoria falta de voluntad de Claudia para contestar señalamientos graves y su manejo distorsionado de los datos, y la insistencia de Jorge en presentarse como una tercera vía a “la vieja política”.

Claudia y Xóchitl intercambiaron acusaciones graves: “Corrupta” le dijo a Claudia a Xóchitl. “Candidata del combustóleo” y “narcocandidata”, le replicó Xóchitl. En cualquier democracia normal ese tipo de acusaciones hubieran invalidado desde hace tiempo ambas candidaturas.

En nuestra “democracia híbrida” o “frágil democracia” todo pasa desapercibido para el Instituto Nacional Electoral y el Tribunal Electoral Federal, instituciones que parecen estar pintadas en la pared por su inacción o intervención tardía en los asuntos electorales.

¿Quién ganó el segundo debate presidencial? Desde el ángulo del desempeño en tribuna, lo ganó Xóchitl, por supuesto, ante el evidente desconcierto de Claudia y su pérdida de ecuanimidad al enredarse en insultos entre las candidatas. Jorge, por su parte, cumplió con lo que se esperaba de él.

Además, decir abiertamente que ya no hay inflación, que la gasolina no subió de precio, que el gobierno no incurrió en deuda y negar la crisis de inseguridad, como lo hizo Claudia, es algo que requiere una cara dura y dosis de cinismo que no pasan desapercibidos entre la audiencia.

¿Cómo no iba a perder Claudia el debate con esa actitud? ¿Cómo convencer al electorado con una personalidad nada empática, con rasgos de arrogancia, y con la evasión sistemática de los cuestionamientos de su oponente? Los silencios de Sheinbaum la perjudicaron.

¿Hará impacto suficiente el mejor desempeño de Xóchilt en las preferencias de voto como para alterar las tendencias actuales? Las encuestas nos dirán la respuesta, pero no basta un gran desempeño en un debate para alterar las tendencias de preferencia de voto: se necesita más que eso y ya queda poco tiempo para la jornada del 2 de junio.

Lo que sí hacen los debates es revelar personalidades de los contendientes: las de Xóchitl y Claudia son perfiles opuestos en lo emocional e intelectual. La de Jorge ha sido una sorpresa para mucha gente: tiene soltura, manejo de datos y se apega a su plataforma.

Xóchitl se abrió, emocionalmente hablando, ante el público y ahí residió su fuerza: fue emotiva, extrovertida, con lenguaje y gestos auténticamente populares y con la capacidad de conectar con la gente sin complicaciones.

Una mayor aplicación suya al estudio de datos e información, de escucha a sus asesores y de disciplina de lectura (que es mucho pedir en plena campaña electoral) le hubiera dado la habilidad de replicar a Claudia con datos que debería traer en la lengua: subió el empleo y el salario mínimo, decía Claudia, a lo cual Xóchitl debió responder: pero el 60 por ciento de la población económicamente activa trabaja en la informalidad y no recibe esos beneficios.

Otro punto: Disminuyó la pobreza en este gobierno, dijo Claudia, pero Xóchitl no replicó que se alteró la forma de medirla (pobreza por ingreso), que se canceló el acceso a servicios de salud (son 50 millones de mexicanos que no lo tienen) que ahora los pobres lo pagan de sus bolsillos y que, a fin de cuentas, se elevó la pobreza extrema.

Por más cartelones y tarjetas informativas que tengas en tu tribuna, nada sustituye a la agilidad mental que te da traer los datos y argumentos relevantes en la cabeza.

Claudia, por su parte, no alteró su postura emocional de sentirse moralmente superior a los demás en todo momento, evadir la realidad mexicana y negarse a la autocrítica.

Considerando a Claudia, Xóchitl y Jorge en conjunto, los tres le quedaron a deber a los ciudadanos que queremos ver mayor nivel de argumentación, de comprensión de la realidad mexicana y propuestas concretas y viables sobre cómo sacar a México del fondo de la barranca en que se encuentra.

¿La tercera es la vencida? Lo veremos en el tercer debate presidencial el 19 de mayo con el tema “Democracia y Gobierno: diálogos constructivos”.