- Al arranque de su gobierno, su voz sonaba firme y retumbaba
- Se oía en las paredes del Palacio Nacional, hoy el cansancio físico y mental es evidente.
Por Rogelio Ríos
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Al poco tiempo de empezar las conferencias matutinas (“las mañaneras”) en el arranque del gobierno de López Obrador, en diciembre de 2018, la cobertura diaria de ese evento que yo hacía para Grupo La Visión (Atlanta, Georgia) me permitió asomarme en detalle a lo que entonces era una novedad: el presidente mexicano hablando a la nación diariamente y aceptando preguntas de reporteros.
Hice el seguimiento en línea, desde Monterrey, mientras solicitaba una acreditación para asistir presencialmente que nunca llegó. De cualquier manera, desde el inicio y hasta el 2020, observé a un López Obrador dinámico, dominador de la escena, mentalmente ágil y dispuesto a irrumpir en cada hogar mexicano con su imagen y mensaje.
A su escenario teatral acudían secretarios de estado, gobernadores, militares, marinos y hasta los funcionarios pintorescos del no menos pintoresco Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado que intentó, sin éxito, darle al presidente mexicano una imagen de Robin Hood azteca.
La voz presidencial sonaba firme y retumbaba, amplificada por el micrófono, en las paredes del Salón Tesorería del Palacio Nacional.
Los dichos eran fulminantes, los anuncios de políticas públicas y designaciones o cambios de funcionarios le daban sabor dramático al evento, y la inmediata aparición de reporteros incondicionales y subordinados a la presidencia (“Lord Molécula”, por ejemplo) proporcionó los saltimbanquis al teatro de revista.
La conferencia matutina, lo recordarán ustedes, mantenía al país en vilo. Había necesariamente que estar atentos a ella desde las empresas, negocios y hogares para enterarse de la nueva ocurrencia presidencial y sus potenciales efectos devastadores.
Más de 2 mil conferencias “mañaneras” después y tras casi seis años en el ejercicio de la presidencia de la república, la fatiga del poder alcanzó a López Obrador de una manera dramática.
El rostro descompuesto de AMLO con hondas líneas de expresión en sus conferencias matutinas del 2024, la falta total de control emocional, la incontinencia verbal y el catálogo inagotable de insultos, me permite comparar el antes (2019) y después (2024) de un liderazgo sumamente desgastado.
El hombre encorvado que hoy vemos, el intento de sonrisa que se congela en rictus, la voz cascada y las palabras arrastradas, unas bolsas en los ojos por falta de sueño, las largas pausas que ya no son fingidas, sino naturales; los episodios de olvidos momentáneos, de desconexión en el hilo del discurso, todo ello revela la urgencia de un descanso absoluto para ese pobre hombre que perora en las mañanas.
Hay otro tipo de fatiga, sin embargo, que debo mencionar: la saturación de la imagen, la voz y el discurso de López Obrador entre la población en general. Descontando los incondicionales de siempre, no vacilo en afirmar que la inmensa mayoría de los mexicanos lo oye sin escucharlo y lo observa sin mirarlo.
Como le sucede con frecuencia a los actores y actrices de teatro, cine o telenovelas, el peligro de la sobreexposición es latente y se paga con el cansancio y desdén de la audiencia. No podría ser de otra manera con los políticos mexicanos; si acaso, la diferencia es que con los políticos hay menos tolerancia que con los actores.
Los ciclos de gobierno de seis años son excesivos para cualquier presidente mexicano. De tanto verlos y oírlos, de tanto salir en periódicos y revistas, día a día en los noticieros de televisión, se vuelven imperceptibles a nuestra mirada. Ya no los tomamos en serio.
Si agregamos, además, en el caso de AMLO las falsedades, mentiras, verdades a medias y “los otros datos”, que vierte en cada conferencia matutina, se entenderá mejor que ya no es posible creerle ni la hora o como dirían los jarochos: de lo que te diga fulanito, no le creas la mitad y la otra mitad ponla en duda.
Luis Estrada (Doctor en Ciencia Política por la Universidad de California en San Diego), director de SPIN Taller de Comunicación Política (www.spintcp.com) recopiló en su libro “El Imperio de los Otros Datos. Tres Años de Falsedades y Engaños desde Palacio” (México: Grijalbo, 2022) nada menos que 86 mil respuestas presidenciales que resultan falsas, engañosas o difíciles de comprobar, es decir, respuestas cuestionables; durante los tres primeros años de su gobierno, AMLO pronunció 67 mil mentiras, ¡67 mil, carajo!
De líder social carismático a materia prima para memes de sorna y burla, sólo hay un paso: el presidente lo está dando en cada conferencia matutina de su último año de gobierno.
No tengo la menor idea de cómo va a influir la fatiga del poder de López Obrador en los votantes el próximo 2 de junio, aunque seguramente habrá muchos votos de castigo.
De lo que estoy convencido, sin duda alguna, es que a partir del 30 de septiembre no terminarán los apuros de López Obrador: a la fatiga del poder le sucederá la fatiga de responder ante la justicia, en México o en cualquier otra parte, por sus fallas y errores monumentales.
Veremos la fatiga del expresidente AMLO en su rendición de cuentas ante la justicia terrenal; de la otra, se encargará el Dios que todo lo ve.