Dice la vieja conseja: "Pueblo que no conoce su historia está condenado a repetir sus errores". Y lo anterior es válido también para las agrupaciones sociales como para las personas.

Esto, a propósito de que hemos visto nuevamente las viejas prácticas anacrónicas y obsoletas del PRI estatal, que anuncia la renovación de su Comité Directivo Estatal con un ritual más que arcaico: primero se dio la renuncia del grisáceo Martín Juárez Córdova, de quien pude recordar su nombre gracias a la página de un diario estatal, porque la mera verdad es tan decolorada la actuación de este personaje, que nadie recuerda su nombre.

E inmediatamente después toda la disminuida cargada priista se fue a la genuflexión ante el nuevo Tlatoani tricolor, ungido por el Huitzilopochtli que despacha en la casa de Montañas Rocallosas, un tal, permítanme un momento, consulto otra vez un diario estatal, naturalmente una vez que se supo que el famosísimo personaje tiene la bendición del gobernador en turno, tal y como manda el viejo canon priista.

¡Ya encontré el nombre!, el nuevo ungido tricolor potosino es otro famoso desconocido, de nombre Elías Pecina, de discreto andar por el gabinete estatal y, cuyo entorchado más significativo de su curriculum, es según cuentan y aseguran los que de esto saben, ser íntimo carga portafolios del también gris gobernador estatal.

El PRI, es un partido que nació y se desarrolló bajo la autoridad del poder presidencial y en los estados ese mando absoluto le correspondió al Gobernador, haciendo de él un partido subordinado no a sus propios estatutos y tiempos, sino a las del presidente en turno, o del gobernador en su caso.

Durante las etapas de partido único y partido dominante, fue el espacio para el reclutamiento y renovación de cuadros, para cohesionar a las distintas fracciones políticas, para subordinar y controlar a las corporaciones obreras y campesinas, para socializar la ideología dominante y para canalizar las demandas sociales que convenían al régimen, pero siempre bajo la tutela del jefe del Ejecutivo.

Todo esto comenzó a debilitarse cuando el proyecto ideológico es abandonado por los gobernantes a partir de Miguel de La Madrid, que se avergonzaron de su origen revolucionario y abrazaron la ideología neoliberal, lo que los acercó ideológicamente al PAN, desdibujando ideológicamente al tricolor; el nuevo proyecto priista ya no es compartido por todos, se dan rupturas en el interior del partido tanto entre los dirigentes como entre las bases, con la consabida pérdida de votos y espacios electorales que condujeron al PRI a lo que en aquel entonces se creyó era su máxima derrota electoral cuando perdió la Presidencia de la República.

Pero con Vicente Fox el PRI solo fue derrotado como régimen político autoritario. El PRI llegó a su fin como partido dominante en el 2000 para pasar a ser simplemente un partido de oposición, que para poder sobrevivir e intentar reconquistar el poder debe refundarse, decían sus dirigentes de la época.

Pero en lugar de refundarse en esos ayeres, el PRI que no posee en su ADN un solo gen democrático, siguió con sus prácticas del dedazo, la verticalidad y la designación de las dirigencias y candidaturas a contentillo de quien detentará el poder, sin tomar en lo más mínimo el parecer de las bases.

Producto del descrédito popular, de su alejamiento con las clases obrera campesina y populares que le habían dado sustento durante más de ocho décadas, del agotamiento de sus formas de ejercer gobierno, acusados sus gobiernos de corrupción y con una serie de personajes impresentables involucrados en escándalos personales y luego de una serie de crisis económicas sexenales, que dieron a luz a una clase política inmensamente rica, riqueza generada en la pobreza de las mayorías, el PRI tuvo que ceder su poder hegemónico y dar paso a un proceso de liberalización política y de alternancia en la presidencia de la República. Hoy si no solo hay cambio de partido gobernante como en tiempo de Fox, hoy día también existe un cambio en la política económica y en las formas de hacer gobierno. Hoy sí se fue el PRI y sus compañeros de viaje ideológico y de corrupción.

Cuando en el 2000 el PRI perdió la Presidencia de la República, el grupo en el poder no perdió este, solo le dio paso a otra sigla gobernante, pero la ideología y las formas de hacer política siguieron siendo las mismas, en los doce años que fue oposición del PAN, PRI ocupó un lugar preponderante en la oposición política, se afianzó en diversos estados de la República, su estructura territorial en diversas regiones no se alteró, ni desapareció y se posicionó como el táctico de los acuerdos legislativos a partir del segundo sexenio panista.

Pero en la masacre electoral que el PRI sufrió en 2018, no solo perdió la elección como en el pasado también perdió el poder y ya no podrá suceder lo que en el pasado reciente en que fue una oposición determinante, pues no tienen un peso decisivo como en tiempos de Fox o Calderón. Hoy son solo un partido marginal sin ningún peso ni importancia real.

En los días que corren, la incorporación de las tecnologías de la información y la comunicación ha introducido cambios fundamentales en los sistemas políticos democráticos y ha supuesto nuevas posibilidades de relación entre los ciudadanos y los representantes políticos, permitiendo una nueva relación entre la política y la sociedad.

Las TIC han mejorado de los canales de información, comunicación, deliberación y participación de los ciudadanos en la toma de decisiones públicas, haciéndolos más inmediatos, sencillos y efectivos.

También estas tecnologías permiten minimizar las limitaciones de tiempo y distancia que pueden afectar a la participación política, disminuyen los costos de organización de colectivos y aumentan las oportunidades de comunicación entre personas y de intercambio de contenidos.

Los priistas del país, que incluye a los potosinos, no se han dado cuenta que los sistemas democráticos descansan significativamente sobre la existencia de mecanismos de participación ciudadana.

Cuanto mayor sea el nivel de participación ciudadana en los procesos políticos y sociales de un país y sus partidos, el ejercicio de la democracia será pleno y cuanto menos dependa el ejercicio del poder de la sociedad y sus ciudadanos, la representatividad y legitimidad de los mecanismos de representatividad se pierde.

El PRI no aprendió sus lecciones, por eso sigue con sus liturgias anquilosadas, al hablar de democracia, los priistas no se refirieren a la capacidad de un grupo o nación de gobernarse a sí mismo, mediante procedimientos que garanticen la participación de los ciudadanos para libremente elegir tanto su forma de gobierno como a los líderes que les representen.

Esta idea y práctica están fuera de su diccionario. En el PRI, la participación política ciudadana se refiere a la simulación, a la disciplina entendida como vasallaje y a la verticalidad en la toma de decisiones.

El PRI en el país y en San Luis Potosí, representa exclusivamente el interés de los dirigentes y no de las bases; siguen realizando prácticas de excesos como corrupción, clientelismo, abuso de poder y, con ello, se han generado enormes críticas y falta de confianza de los ciudadanos en ese partido, por lo que sólo puede atraer a un electorado muy reducido.

Señores y señoras del PRI, la historia sirve para aprender, el que no lo hace, sin duda perecerá. Y recuerden que Uds. Son dinosaurios.

Pero como siempre Ud. Tiene la mejor opinión.