- A un año de terminar, AMLO insiste en refugiarse en su realidad alterna.

- No quiere ver el abismo que divide sus pretensiones de los resultados concretos.

Por Rogelio Ríos
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Desde los municipios fronterizos de Chiapas con Guatemala capturados por delincuentes, pasando por las fosas clandestinas descubiertas en Acapulco, cruzando las carreteras mortales de Zacatecas y hasta las calles de Monterrey adornadas de bolsas con restos humanos, la violencia de los delincuentes es abierta y rampante.

Hay alguien, sin embargo, que no se ha enterado de ella: el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien prefiere calificar a esas atrocidades en contra de los mexicanos como “propaganda” para desprestigiar a su gobierno y a la Cuarta Transformación.

A un año de terminar su gestión en la presidencia de la república en septiembre del 2024, López Obrador insiste en refugiarse en su realidad alterna para no ver el abismo que divide sus pretensiones de los resultados concretos.

Ese abismo se ha vuelto permanente e insalvable. No puede esperar nada la sociedad mexicana de quien es incapaz de percibir la barbaridad de la violencia en contra de los mexicanos y, por tanto, se niega a rectificar su estrategia de “abrazos, no balazos”.

A dos enemigos enfrenta, entonces, la nación mexicana: uno, el crimen organizado que la abusa, la mata, la extorsiona y la desaparece; otro, un gobierno nacional inepto y corrupto hasta la médula de sus huesos, que no puede cumplir con la elemental función de proporcionar seguridad a sus gobernados.

Frente a esa situación, la carrera por la sucesión presidencial intenta distraer la atención de la opinión pública lejos de la casi centena de muertos y desaparecidos que, día a día, incrementan su conteo estadístico en México.

¿Qué interés puede tener para el mexicano de la calle tal o cual candidata a la presidencia en vista de las amenazas sobre su vida e integridad personal?

¿Cómo pensar en plataformas políticas cuando millones de mexicanos no tienen seguro ni el sustento del día?

Desde ahora, yo no veo cómo se podrá librar la elección general del 2024 de un alto porcentaje de abstencionismo.

Peor que el odio es la indiferencia, se repite en muchas canciones de amor; el voto ausente en las urnas nos dirá que el gobierno nacional, el sistema de partidos políticos y las instituciones políticas se han vuelto irrelevantes para una gran parte de la ciudadanía.

Todo tiene un precio en la política: la degradación profunda del Estado y las instituciones bajo la mano de AMLO y la Cuarta Transformación está ya a la vista, excepto para el que se niega a reconocerla.

Un país así no se había visto desde el primer cuarto del siglo 20. Cien años después, en el siglo 21 aunque por causas distintas, la actual degradación de funcionarios e instituciones nos lleva al mismo punto de partida de la Revolución Mexicana: ¿qué aprendimos en un siglo como país? ¿Nada?

Así veo la situación actual en México: en una orilla del risco, la sociedad mexicana vive anhelante y temerosa porque ya no tiene a dónde ir sin caer al vacío.

En la otra orilla, el gobierno de la Cuarta Transformación y su líder fallido López Obrador, los partidos políticos y la clase gobernante entera nos observan a la distancia esgrimiendo banderas, megáfonos, pitos y flautas para llamar la atención.

A su lado, desafiantes y altaneros, los delincuentes organizados calculan cuánto más nos podrán extorsionar y matar en complicidad o por la omisión de los gobernantes con quienes conviven sin problemas.

Entre nosotros y ellos está el abismo. No se le ve fondo, no parece tener fin. Un paso más y nos tragará en el 2024.
¿Qué vamos a hacer al respecto?.