No le fue mal al gobernador en su comparecencia ante los diputados el pasado 6 de noviembre. El evento despertó un interés morboso porque se pensó que podría ocurrir un diálogo tóxico entre legisladores y el mandatario. No fue así. Fuimos testigos de un encuentro descafeinado que tuvo buenos saldos para el gobernador que al final logró engatusar a los diputados.

El gobernador se preparó bien y previo a la comparecencia se blindó con una estrategia de control de riesgos que incluyo llevar acarreados de lujo al evento, seguridad encubierta en el recinto legislativo y un manejo estratégico de medios para construir una opinión pública favorable a su persona.

Durante la topada con los diputados el gobernador aguantó las embestidas y cuando fue necesario les dio el avión a sus impugnadores. Carreras piloteo con destreza las turbulencias que se presentaron y prescribió a los diputados terapia ocupacional. Al final salió ileso y hasta embarcó a los legisladores en futuras mesas de trabajo para que propongan medidas que ayuden a superar la inseguridad. También los indujo a iniciar el debate acerca de la conveniencia de legalizar el uso de las drogas, no obstante que éste es un tema de competencia federal. Fue una astuta maniobra de distracción que redireccionó los misiles de la crítica hacia otros temas.
En cuanto a los diputados, aunque críticos y muy en su papel de censores, se portaron respetuosos con su invitado. Hicieron a un lado la tentación de asumir una actitud pendenciera y lograron que la comparecencia no degenerara en un pleito de arrabal. Creo que Sonia Mendoza y Edgardo Hernández fueron los más sobresalientes.
La diputada Mendoza no solo condujo con destreza los trabajos del encuentro, sino que además se dio el lujo de poner a la vista del público un garrafal descuido del gobernador cuándo provocó que éste reconociera que no conocía los protocolos que se utilizan en la prevención del delito. Asumiéndose como maestra del mandatario la legisladora le explicó con peras y manzanas cuáles eran los dichosos protocolos.

Por su parte el combativo diputado Edgardo Hernández Contreras, ahora si cuidando las formas y el filo de las palabras pidió la renuncia del Secretario de Seguridad Pública y la del Fiscal General del Estado por incapaces. Obvio que ante esta petición el gobernador se hizo como que la virgen le hablaba y se fue por la tangente.

Por otro lado hubo dos diputados que manifestaron su menosprecio hacia la comparecencia, José Antonio Zapata Meraz y Pedro Carrizales, “El Mijis”.

Carrizales en un insolente ataque de soberbia dijo al gobernador y a sus compañeros diputados que procedería a retirarse “hasta que hubiera mesas de trabajo”. Ya afuera del recinto legislativo el “Mijis” aseguro a los periodistas que la comparecencia fue una "cochinada" y que tenía cosas más importantes que hacer.
Suponemos que al ilustre legislador le pareció que este diálogo con el mandatario era inútil para exponer sus dudas en torno a la crisis de inseguridad que nos azota. “El Mijis” desaprovecho la oportunidad de lucirse ante cámaras y micrófonos a los que se ha vuelto tan adicto.

En cuanto al diputado José Antonio Zapata Meraz sorprendió que descalificara la comparecencia juzgándola como una simulación. Frente a este argumento uno se pregunta por qué razones este diputado panista no aprovecho la tribuna para desenmascarar tal acto de fingimiento. Siendo tan lebrón como quiso aparentar bien pudo subir a tribuna y pronunciar un incendiario discurso para expresar su inconformidad. Pero no lo hizo. Por ello su denostación del evento desprendió un fuerte olor a vedetismo político.

Un aspecto que llamó la atención durante la comparecencia fue el bajo perfil de los legisladores del PRI. Su actuación fue intrascendente. Siendo ellos los más comprometidos en cuidar las espaldas del gobernador exhibieron sus limitaciones. El partido de Juan Manuel Carreras no cuenta con grandes tribunos que puedan dar la batalla en los debates que ocurren en el Salón de Plenos Ponciano Arriaga.

Otro diputado del que se esperaba más y que ha resultado un fiasco es Cándido Ochoa. El diputado del Verde Ecologista no logra destacar a pesar del mito que han fabricado sus aduladores de que es un gran conspirador y operador político. Parece que le han mojado la pólvora y su desempeño en el Congreso hasta ahora ha sido insignificante. Mal para su prestigio que se devalúa. Cándido tendrá que esforzarse más si quiere acumular suficiente capital político que le alcance para solventar esa quimera de llegar a ser candidato a gobernador.

Como conclusión podríamos decir que los resultados de la comparecencia son benéficos para nuestra vida institucional. Gana nuestra democracia, se fortalece la división de poderes, se da vida a la rendición de cuentas, el gobernador comprobó que ejercer el poder en la pluralidad política tiene sus dificultades pero no equivale a la llegada del apocalipsis. Y en cuanto a nuestros diputados hay que reconocerles que han dado un primer paso que puede llevarlos a la reivindicación de la dignidad y prestigio del parlamento local.

Sería deseable que estos ejercicios de rendición de cuentas se realicen con más frecuencia. Pero en un formato más dinámico y flexible. Que sea un diálogo entre poderes que propicie un debate de altura donde se privilegien los argumentos y se hagan a un lado las descalificaciones. No hay que temer a la posibilidad de vivir en una democracia deliberativa.