- La señora Bárcena trabajó en el pasado con figuras como Koffi Annan y Ban Ki-moon, secretarios generales de la ONU.
- Personas excepcionales que conformaron equipos de trabajo de alto nivel a su alrededor. ¿No estará “sobrecalificada” para su patrón?.
Por Rogelio Ríos
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Casi al mismo tiempo, dos sentimientos me asaltaron al saber la noticia de la designación de Alicia Bárcena como la nueva Secretaria de Relaciones Exteriores (SRE) en el gobierno del presidente López Obrador.
El primer reflejo fue de gusto por saber que una persona con su trayectoria y amplia experiencia en organismos internacionales (ONU y CEPAL) -una internacionalista de buena cepa- llevará en adelante los asuntos externos de México.
El segundo reflejo, sin embargo, fue de inquietud: qué lástima que durante lo que será su corta gestión en la Cancillería tendrá las manos atadas, figurativa y literalmente hablando, por un presidente sumamente controlador.
Además de Rosario Green en el gobierno de Zedillo y Patricia Espinosa durante el gobierno de Calderón, Alicia será la tercera mujer en ocupar el cargo.
La vara, entonces, está alta para ella: no por Ebrard, sino por Green y Espinosa, mujeres que cumplieron a cabalidad con sus responsabilidades. Contra ellas habrá de compararse su gestión.
A diferencia de las funcionarias de Zedillo y Calderón, la señora Bárcena no gozará del tiempo en el cargo (tres años de Green y seis años de Espinosa) ni de la libertad de acción que sus predecesoras tuvieron con sus jefes. López Obrador no le dará, ni de lejos, un margen de acción similar al de ellas.
¿A qué va, entonces, Alicia Bárcena a la SRE?
Dado el corto tiempo que le queda de aquí al fin del gobierno en septiembre de 2024, lo mejor que podrá lograr Bárcena será quizá, si se aplica y se lo permite el presidente, arreglar en lo posible la dañada relación bilateral México-Estados Unidos. Y párele de contar.
Por cierto, a Rosario Green le tocó una contraparte femenina, Madeleine Albright, en el Departamento de Estado (con el presidente Clinton). A Patricia Espinosa le tocaron nada menos que dos mujeres: Condoleezza Rice (con el presidente Bush) y Hillary Clinton (con el presidente Obama).
En ambos casos, de esas relaciones de trabajo surgieron lazos de amistad permanentes entre las funcionarias mexicanas y estadounidenses.
Bárcena lidiará con Anthony Blinken, Secretario de Estado norteamericano, quien ya la saludó con empatía y elogios en reconocimiento a su alto perfil personal y amplia trayectoria profesional en el Sistema de Naciones Unidas.
En otras áreas distintas a la relación bilateral, la Secretaria Bárcena hará una labor de apagafuegos en donde ello sea posible: la declaración en Perú de persona non grata al presidente López Obrador, la ambigua postura de México ante la agresión rusa a Ucrania, el incumplimiento mexicano de los objetivos climáticos del Acuerdo de París, el silencio ominoso de la diplomacia mexicana ante Daniel Ortega en Nicaragua, la revisión de la relación con Cuba y Venezuela, etcétera.
Lo primordial, sin embargo, es la relación con Estados Unidos, ante la cual habrá que enfrentar desafíos inmediatos, entre ellos:
1. La retirada de la demanda presentada por el gobierno de México señalando el tráfico de armas hacia México con el fin de eliminar un punto innecesario de fricción bilateral.
2. La urgentísima atención (junto con la Secretaria de Economía Raquel Buenrostro) a las dos disputas comerciales que están en la etapa avanzada de consultas antes de la instalación de paneles de arbitraje: uno sobre granos transgénicos y otro sobre la política energética de México. Los fallos adversos le costarían miles de millones de dólares a México.
3. Revertir el desapego del presidente López Obrador ante el presidente Biden y su pública simpatía hacia Donald Trump, personaje que socava constantemente a la democracia estadounidense.
En fin, la llegada de Alicia Bárcena me recuerda a esas situaciones en las que los reclutadores le decían al entrevistado, ansioso por encontrar chamba de lo que fuera, que estaba lleno de virtudes y capacidades, pero “sobrecalificado” para el puesto.
La señora Bárcena trabajó en el pasado con figuras como Koffi Annan y Ban Ki-moon, secretarios generales de la ONU excepcionales que conformaron equipos de trabajo de alto nivel a su alrededor.
Por Dios, trabajar con el presidente López Obrador será para ella como tratar con el dueño de la tiendita de la esquina, quien todo lo decide a su leal saber y entender y no permite que le lleven la contraria.
¿No estará “sobrecalificada” para su patrón? ¿Está ella consciente de los señalamientos a la integridad de López Obrador y sobre los casos de corrupción emblemáticos (SEGALMEX, por ejemplo) del gobierno en el que va a colaborar con su trabajo y reputación?
Le deseo sinceramente buena suerte, doña Alicia, en la tiendita de la Cuarta Transformación.