- El 6 de septiembre habrá no un “Martínez Manatou” sino una “Corriente Democrática”.

- Un “Camacho Solís” con su EZLN y grupos que sembrarán el terror tras una sucesión mal conducida. Hay nubarrones...

Por Efraín Klériga
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AMLO conduce una sucesión peor que la de Miguel de la Madrid cuando fracturó al PRI y surgió la “Corriente democrática”, la cual luego apuntalaría el surgimiento del órgano electoral ciudadano, que hoy pisotea el macuspano.

Todo indica que su plan secreto es nada secreto y como De la Madrid, el macuspano confronta a las fuerzas políticas de oposición y de su propio partido para heredar a su hija política y crear una dinastía.

No requiere mucha imaginación y basta un simple seguimiento de los acontecimiento para concluir que AMLO (Al borde la muerte) trabaja para que en 2030 su candidata deje el poder a Andy López Beltrán.

La muy cercana relación que han tenido desde 2006 Andy y Claudia no es secreto para nadie y la impunidad de la que ha gozado la Jefa de Gobierno va más allá de cualquier lazó político con el presidente.

De hecho, el uso insultante de recursos públicos en su precampaña, el silencio actual del INE, la vinculación con grupos delincuenciales en varios estados mediante gobernadores morenistas, muestra que AMLO está detrás.

Un secreto a voces, muchas cercanas al tabasqueño, aseguran que Andrés Manuel López Beltrán además de pingües negocios con información privilegiada, decide políticas, empuja candidaturas y ha hecho renunciar a funcionarios.

Antes de MMH en el PRI había fuerzas políticas que cohesionaban, pero cuando se fractura, la Corriente Democrática jala parte de esa estructura, y el resto bastó apenas para sostener el “triunfo” de Carlos Salinas de Gortari.

Esa poca fuerza muere o se pierde en el salinismo y tras la sucesión de 1994 surgen fuerzas dentro del propio PRI las cuales crean una corriente de inestabilidad con el EZNL y otras, con Lomas Taurinas.

El resultado es que Ernesto Zedillo se tiene que apoyar en la oposición para poder gobernar y tras las reformas electorales de 1996 el PRI pierde el DF y la Cámara de Diputados en 1997 y la presidencia en 2000.

La mala noticia es que López Obrador, bueno para hablar, manipular, es muy malo para aterrizar ideas, planear a mediano y largo plazo y eso ocurre no solamente con sus obras faraónicas sino también con la política.

Prueba de ello es que dejó para la segunda parte de su gobierno las reformas constitucionales para apoderarse del “trono”, pero tras un gasto electoral insultante y la ayuda del narco, Morena y aliados pierden la mayoría constitucional.

Ahora AMLO intenta ser el poder tras el poder, y si no logra convulsionar al país y dar un Autogolpe, quiere garantizarse una muñeca de trapo obediente a él y a Andy, para que le tape el rastro de mierda que ya tiene.

Claro que es una grosería comparar al trabajador y eficiente Salinas de Gortari quien tenía una carrera política de toda la vida, con la inepta porra socialista Claudia Sheinbaum, cuyo mayor éxito académico es diseñar estufas de leña.

Tratar de hacer un PRI sin la disciplina y documentos básicos (Pura retórica) que los cohesionaba, es como hacer un queso sin cuajo o sea, un queso descuajaringado que al primer manazo se desmorona.

López quiere arremedar al Ogro Filantrópico, usar el mismo remedio priista para fingir una sucesión y una elección gatopardista, pero lo intenta sin un partido fuerte que lo sostenga y un Fidel Velázquez que lo apuntale.

Las victorias electorales arrancadas con programas sociales y apoyo de la delincuencia en contra de los liderazgos oscuros de PAN y PRI o el pusilánime PRD, no son sinónimo de que haya algo como un Movimiento de Reconstrucción Nacional.

“No sé qué es la Cuarta Transformación (...) No sé qué sea, no sé cuál sea su política económica, no sé cuál sea su objetivo en cuanto a la estructuración de la sociedad”, respondió Cuauhtémoc Cárdenas en entrevista con Tragaluz.

Es decir, para usar el mismo remedio debe tener el mismo trapito para untarlo y ahora que inició una comedia de selección interna con candidatos peleando, queda claro que ya eligió pero que no tiene la fuerza para imponerla.

Y la burrada está flaca —Parafraseando al gansteril Rubén Figueroa— y los que van a perder no quieren perder y la ungida no podrá conciliar al heterogéneo y promiscuo morenaje, no sin ponerles un interés, no sin salpicar.

AMLO cree que gobierna a Morena, que si sus leyes que pasan con legisladores empinados y callados es porque tiene ya una maquinaria como la priista que diseñó Cárdenas, pero que perfeccionaron otros presidentes.

Los cuadros de Morena son las tribus que mataron al PRD, más los chapulines y piojos resucitados, y ahora también las elecciones internas terminan a sillazos, urnas quemadas, mentadas de madre y oficinas tomadas.

Los “Sectores” de Morena son la CNTE, los anarquistas, los trotskistas, los Ackerman-Sandoval, los macedonios, los chavistas, los precaristas invasores, la Luz del Mundo de los Batres.

Evangélicos, “cadáveres” priistas como Bartlett, primos como los Mier, juniors expriistas como Layda o Américo, chapulines como Durazo, porros como Cuitláhuac, tránsfugas y descastados comunistas venidos de “extranjia”.

La estatura política de los morenistas o aliados que van a empujar la sucesión es inversamente proporcional a su propensión para traicionar y su habilidad para brincar de culo en culo como pulgas en burdel de barrio.

El proceso diseñado por AMLO para nublar la información y esconder la corrupción, además de nubarrones tendrá relámpagos que causen daños serios dentro del partido de Gobierno y puede que aviven a la oposición y hasta la nutran.

No sería raro si luego del 6 de septiembre surge un EZLN y ojalá que no venga un Lomas Taurinas, pero el costo de la sucesión cuatrotera será enorme para el Erario y para la paz social, pero peor para AMLO.

Es claro que la prohibición a aspirantes para usar medios que no sean los pagados y palomeados por Palacio Nacional, va contra Ebrard y Monreal, porque ni “Chanclaudia” ni “Anda Agusto” caen bien fuera de Morena.

Tartufo ha montado una comedia para poder legitimar a la corcholata de su botella, pero ninguna de sus fichas, que claro que lo son, va a quedarse esperando que los lleven al Gabinete para tronarlos dos años después.

López piensa que su sucesión quedará en un callado Martínez Manatou que vaya a emborracharse o un Mario Moya disciplinado al Jefe, pero realmente lo que va a haber es carne para una contienda que López va a perder.