Hay mucha incertidumbre sobre el futuro del PRI. Analistas y académicos vaticinan su ruina. Piensan que el Revolucionario Institucional acabará por ser un partido de minorías. Pero sus dirigentes sostienen que su instinto de conservación provocará una profunda transformación que les devolverá antiguas fortalezas.
Desde hace tres meses los directivos del PRI se han dedicado a administrar la frustración que provocó el estrepitoso fracaso de julio pasado. Con este propósito fue creada una Comisión Nacional de Diagnóstico que analiza las causas de la derrota. Se trata de una estrategia de control de daños que tiene la intención de evitar que la crisis se agudice. Las élites priistas creen que todavía hay salvación.
Lo primero que se necesita es reconocer los errores y tener un diagnóstico certero de las causas que originaron el desastre. Para ello se han abierto espacios de deliberación en donde los militantes expresan sus agravios, señalan culpables y proponen los trazos de una nueva hoja de ruta que señale el camino de la restauración. Estos ejercicios de catarsis se han realizado en todo el país y han producido un diagnóstico preliminar.
EL DIAGNÓSTICO.
En los foros de reflexión y análisis los militantes han coincidido en que el PRI cometió errores y excesos que provocaron el rechazo de los ciudadanos. Esto explicaría el voto de castigo que los aplastó.
Molestos señalan que la corrupción de gobernantes y funcionarios emanados de sus filas, sumado a la ausencia de democracia interna más los pobres resultados del gobierno de Peña Nieto fueron las causas de la derrota.
En las conclusiones de este diagnóstico se pueden leer las denuncias en las que se señala con índice de fuego la manera como las élites priistas robaron con cinismo y cómo las bases priistas tuvieron que tragar saliva ante los reclamos de la sociedad. “La sociedad mexicana nos considera el Partido corrupto de México, no cree en nuestros procesos internos y mucho menos en nuestros candidatos de unidad, ni en la ética y el profesionalismo de sus candidatos y no ve atractivas nuestras campañas y asegura que jugamos sucio”.
Para muchos quejosos fue un error quedarse callados ante tanta corrupción, antidemocracia y forzada disciplina. Así lo expresan los indignados priistas: “Somos una militancia muda de origen y así lo transmitimos a las nuevas generaciones. ¿Hace cuánto que no vemos un PRI recorriendo las calles, un PRI de causas populares y no particulares, un PRI de acciones y resultados?”
La voz profunda y agraviada de los militantes exige que los dirigentes sean electos en procesos abiertos donde se consulte a los militantes. Demandan que haya dirigentes de tiempo completo, no dirigentes con doble cargo.
Otra franja importante culpa al presidente Enrique Peña Nieto de ser el responsable de la derrota. La imposición de un “candidato ciudadano”, ajeno y distante, sumado a los malos resultados del gobierno peñista causaron el rechazo de los electores. Las famosas Reformas Estructurales no dieron resultados pero si dañaron los bolsillos de las familias. Gasolina, canasta básica y servicios más caros fue lo que se recibió de ellas. La prosperidad para las familias nunca llegó. Comentan.
Se puede leer en el diagnóstico, convertido en Muro de las Lamentaciones que otra causa de la derrota fue el fracaso del gobierno federal en el combate a la inseguridad. Los miles de muertos que bañaron de sangre al país debilitaron la legitimidad del gobierno y echaron por tierra la premisa de que los funcionarios del PRI “si sabían cómo gobernar”.
Queda claro que los priistas saben cuáles fueron las principales causas de su derrota. Pero entre los ciudadanos en general hay desconfianza acerca de si luego de esta toma de conciencia serán capaces de cambiar, de refundar un partido que está hundido en el desprestigio y que carece de liderazgos con suficiente credibilidad y autoridad moral para rescatar de la quiebra al otrora partido dominante.
Este certero diagnóstico queda como anillo al dedo para el priismo potosino que en tres meses deberá renovar a sus dirigentes estatales. ¿Se promoverá una auténtica reforma democrática o el Comité Directivo Estatal seguirá siendo una ineficaz oficina de asuntos electorales?
CARAS Y CARETAS.
Se le fueron las cabras al monte.
Al calor del debate que provocó la propuesta del diputado Eugenio Govea para que el gobernador Carreras comparezca ante el Congreso del estado y responda por el fracaso de la política de seguridad pública, el diputado Edgardo Hernández Contreras perdió el control y se le fueron las cabras al monte.
Muy mal por el diputado que teniendo la capacidad oratoria para debatir con argumentos legales fundados en su buena formación como abogado haya tenido que recurrir a la diatriba para defender su punto de vista. Los costos políticos para él serán muy altos. Le van a dar hasta por debajo de la lengua con eso de la violencia política contra las mujeres.
Al gobernador no le gusto que lo emplazaran a rendir cuentas.
En Palacio de gobierno no gustó que los diputados hayan acordado citar a comparecer al Sr. Gobernador. Los responsables de negociar la relación entre el Poder Ejecutivo y el Congreso local lo tomaron como una afrenta. Otra vez la Secretaria general de gobierno no se aplicó a fondo, no operó.
Pero como dijo el clásico: “haiga sido como haiga sido” el caso es que el gobernador tendrá que decidir si acepta o no la invitación de los diputados para dar la cara por la fallida estrategia de seguridad pública.
Si no va a la cita se verá muy mal. Y si acude tendrá que aguantar los duros cuestionamientos que de seguro le tienen preparados los diputados que no están sometidos a su control y que son mayoría.
Parece que ahora sí hay contrapesos que pueden aplacar los abusos y errores que se comenten en el ejercicio del poder y que los diputados están dispuestos a ejercer un control político sobre el titular del poder Ejecutivo.