Para Andrés Manuel López Obrador ha llegado la hora de los acuerdos, el tiempo de la reconciliación, el instante para el “amor y paz”, la etapa para sumar a todos a su proyecto de gobierno. Los agravios causados en la campaña son cosa del pasado. El líder de Morena ha enterrado el hacha de guerra y suavizado su impulso rebelde.

En el baúl de los recuerdos han quedado expresiones hirientes como aquellas que utilizó en campaña para aporrear a sus adversarios: “minorías rapaces”, “Salinas, jefe de la mafia del poder” o el humillante “Riqui, Riquín, Canallín”. Ahora, como presidente electo, intenta ser un ejemplo de lo políticamente correcto. Nada de insolencias, injurias o malos modos con los que fueron sus enemigos.

El tabasqueño ha decidido ser más cuidadoso, más moderado, más institucional. Ya es presidente electo y a partir del primero de diciembre será el jefe de las instituciones de la república. Su investidura es otra, ya no le queda andar promoviendo la confrontación entre los mexicanos.

Desde hace algunas semanas somos testigos de la metamorfosis que está transformando el modus operandi de Andrés Manuel López Obrador. Este cambio de piel ha dado certidumbre a muchos actores sociales, económicos y políticos que temían que el futuro presidente se asumiera como un radical de izquierda trasnochado. Un Nicolás Maduro a la mexicana o un Donald Trump tropical que confirmara que AMLO es un peligro para México.

No ha sido así. Lo que hemos visto hasta ahora es a un Andrés Manuel prudente, conciliador e hiperactivo que lidera la agenda pública y que está gobernando de facto aún sin tomar protesta como presidente de la república. Ello gracias a que Enrique Peña Nieto abdicó anticipadamente y decidió replegarse y dejar todo el espacio al presidente electo para favorecer una transición de terciopelo.

LA GIRA DEL AGRADECIMIENTO.
Como parte de una estrategia de legitimación y control territorial López Obrador inició desde el pasado 16 de septiembre una gira por todos los estados de la república para agradecer a sus seguidores los votos que recibió el primero de julio. Al mismo tiempo aprovecha para reunirse con gobernadores y actores políticos relevantes para ir construyendo bases de confianza y hacer compromisos políticos. Así mismo y teniendo como testigos a los medios de comunicación anuncia futuras acciones de gobierno. También se dedica a imponer el orden y la disciplina entre los liderazgos bravucones de Morena que en no pocas ocasiones han olvidado que están por ser gobierno y que la agresividad de las campañas y la “politiquería” entre compañeros deben terminar.

En sus recorridos por las principales ciudades del país ha encabezado mítines multitudinarios en los que ha reiterado que cumplirá con lo prometido porque es un hombre de principios e ideales. Ha dicho AMLO: “Se ganó por la decisión de ustedes los ciudadanos para llevar a cabo un cambio verdadero, una transformación en el país”. “Nosotros no les vamos a fallar, por eso vengo a dar la cara.” “Vamos a demostrar que hay otra manera de gobernar”. “Ya van a notar que se va a sentir el cambio desde los primeros días del próximo gobierno”.

AMLO Y EL GOBERNADOR CARRERAS ACUERDAN A PUERTA CERRADA.
En el marco de esta gira nacional tocó el turno a San Luis Potosí el pasado viernes 5 de octubre. La agenda de trabajo de AMLO incluyó eventos públicos y privados.

Andrés Manuel López Obrador y el gobernador Carreras pudieron reunirse en privado, cara a cara, no solo para brindarse las cortesías políticas de rigor sino también para aclarar paradas y eliminar malos entendidos. Además, se hicieron los primeros compromisos de trabajo y coordinación.

Para el gobernador del estado fue una magnífica oportunidad para iniciar una relación funcional y de conveniencia con quien conducirá el gobierno de la república a partir del primero de diciembre.
AMLO no fue el candidato de Carreras, más bien lo combatió como adversario en la pasada elección. Ambos defienden posturas políticas e ideologías diferentes. Carreras es un conservador de centro-derecha y AMLO se sitúa en el otro extremo, en la izquierda, pero no le queda de otra al gobernador, Andrés Manuel será el presidente de la república y ya desde ahora manda.

También ha quedado claro cuál será el papel de Gabino Morales como representante potosino del presidente electo. Andrés Manuel ha dicho que no debe haber confrontación ni invasión de competencias por parte de sus representantes plenipotenciarios. Cada quién a lo suyo, pero de manera coordinada y con mucho respeto a la investidura de los poderes locales.

El diálogo entre Andrés Manuel y el gobernador, los diputados, senadores, alcaldes, miembros del poder judicial, empresarios y otros actores políticos selectos se llevó a cabo con la tradicional liturgia que forma parte de la cultura política que es herencia pedagógica del PRI. En el Salón de los Gobernadores y teniendo como telón de fondo una majestuosa pintura del Benemérito de las Américas se pudo observar un excesivo culto a la personalidad en favor del nuevo monarca sexenal. Y en su discurso político el gobernador hizo un uso utilitario del legado doctrinario de Benito Juárez y Ponciano Arriaga. Todo acompañado con una actitud reverencial, casi religiosa hacia el presidente electo.

Posteriormente y ya en el mitin masivo realizado en la Plaza de los Fundadores López Obrador agradeció la confianza recibida y refrendo sus compromisos de campaña que ahora se convertirán en planes de gobierno. Hizo importantes anuncios de obras y acciones que beneficiaran a jóvenes y adultos mayores; se pronunció en contra del Fracking; comunicó la creación de dos Universidades públicas (en Aquismón y Rayón), ofreció apoyo para continuar con las obras de rehabilitación del centro histórico, reiteró la descentralización a suelo potosino de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes y la permanencia del programa Prospera.

Como conclusión podemos afirmar que el control de Andrés Manuel López Obrador sobre el espacio político, mediático y gubernamental se afianza y amplia. Lamentablemente sin contrapesos institucionales o de la sociedad civil.
El nuevo Tlatoani camina con paso firme a ocupar la silla presidencial dotado de un inmenso poder. Es el retorno del viejo presidencialismo.