- La dinámica sucesoria no es buena para el país.

Por Juan Palacios
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He sostenido en distintas ocasiones que el contexto es importante cuando se trata de interpretar los hechos, por eso quizá resulte necesario contextualizar el triste caso de los migrantes muertos en la estación migratoria de Ciudad Juárez, Chihuahua y las interpretaciones que se le han dado.

En principio se encuentra el contexto internacional, ya que México, por las razones que haya sido, aceptó ser en la práctica un tercer país seguro para esos migrantes que sueñan con llegar a Estados Unidos y lograr el “american dream”.

Desde mi perspectiva, el gobierno de México, la actual administración, aceptó jugar el rol señalado con un objetivo en mente, al hacerlo tiene cartas para jugar un juego en el cual, a cambio de ser el “Muro” de EU, este país no se mete en las políticas internas del nuestro, sean de la índole que sean, en otras palabras, gracias a convertirse en la migra americana, el gobierno tiene una especie de carta en blanco para hacer y deshacer en la política interior, incluyendo algunos aspectos económicos como el de las energías limpias y la protección de las inversiones extranjeras.

No creo que sea cierto eso de que nuestro gobierno está sirviendo de policía migratorio a los estadounidenses a cambio de nada, eso de que AMLO se dobló solo porque le gritaron. Él trae sus propios objetivos y los está cumpliendo, por eso no evita del todo que migrantes de Centro y Sudamérica entren al país, que lo hagan es como mostrar un arma ante nuestros vecinos del norte y recordarles que en cualquier momento la puede usar, con todo lo que ello implica en el momento político electoral en la actualidad estadounidense.

En breve ese sería el contexto migratorio internacional, pero en el contexto nacional, la tragedia quizá solo puede ser leída en el contexto de la sucesión presidencial y así se ha hecho.

Sucede que en el panorama nacional, desde hace casi dos años, cuando el presidente López Obrador dio el banderazo de salida para definir a su sucesor, solo hay un tema político: la sucesión presidencial.

Así que cuando sucede lo que sucedió, todos volteamos a ver a los precandidatos involucrados para ver a quién hay que cargarle las culpas y calcular si con ello ya perdió su oportunidad de ser el candidato de Morena.

Por ello no extraña que, cuando el secretario de Gobernación señala que la política migratoria la maneja la Secretaría de Relaciones Exteriores, todos pensemos que se está quitando responsabilidades y señalando a Marcelo Ebrard como el culpable y responsable de enfrentar la tragedia. Esto independientemente de lo que haya pensado Adán Augusto al declarar lo que declaró.

No hay que, para citar a los clásicos, “hacernos bolas”, todo lo que sucede hoy, y lo que suceda de aquí hasta que se destape al candidato de Morena, se leerá como si tuviera un subtítulo: 2024.

¿Quién, por ejemplo, creerá en que Adán Augusto no se quiso deslindar y meter una zancadilla a Ebrard? Desde mi perspectiva, nadie y la verdad es que nadie sabemos lo que realmente estaba pensando el secretario de Gobernación, pero como todos estamos ya en clave sucesoria, lo que él piense no importa, porque el contexto político le da un sentido a su declaración.

¿Quién, por otra parte, no volteó a ver a Sheinbaum como la ganadora en este momento hasta que el Metro, una vez más, se descarriló y todos volteamos a ver la tendencia en redes sociales que decía “sabotaje”?

Me parece que por ahora pocos están pensando en la tragedia, en los protagonistas reales, en sus familias, nadie, o pocos, están pensando en qué hacer para solucionar el tema de la migración y muchos en a quiénes se va a castigar por lo que pasó, así como a quién le va a pasar factura en las encuestas.

Francamente, no se si esta dinámica sea sana para el país, pero es la dinámica en que nos ha metido el presidente.