- López Obrador elegirá a quien poder culpar de sus propios errores.
Por Juan Palacios
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Decíamos en nuestro anterior artículo, que el presidente deberá tomar dentro de poco tiempo la decisión de quién lo va a suceder en la presidencia, hicimos un breve análisis de cada una de las tres corcholatas que se mencionan con mayor insistencia, pero no tocamos lo referente a Ricardo Monreal.
No lo hicimos porque consideramos que no está siendo considerado realmente como corcholata, sino que lo están conteniendo para que no vaya a buscar algún puesto de elección a través de otro partido.
Señalamos que Andrés tiene muy claro que pronunciar las “Palabras Mayores”, el “Tú lo serás” es la más trascendente decisión de su sexenio con miras a la forma en que pasará a la historia, LA HISTORIA, ya que la percepción que de él se tenga en el futuro dependerá más de su sucesor que de lo que haga o haya hecho.
También dijimos que, contrario a lo que pasó con Salinas, Andrés sí se está preparando por si se presentan ataques a sus reformas sociales, las cuales, creo, son consideradas por él mismo como su mayor legado, aunque quizá, eso no lo expusimos en el anterior artículo, no deberíamos dejar de lado su manejo de la soberanía ante el “ataque” del exterior.
Y precisamente acerca de estas medidas es que escribiremos hoy.
En principio insistimos en que el mejor legado para la posteridad que dejará Andrés, son sus programas sociales, al menos desde su perspectiva, sin embargo, esos programas requerirán cada vez de mayores recursos hasta que quizá se vuelvan insostenibles y provoquen una crisis presupuestal.
Esa crisis no le tocará a él, eso resulta más o menos claro, a menos de que ocurra alguna catástrofe el próximo año, que se nos aparezca el fantasma del 94.
Andrés se está preparando para ello, en alguna ocasión dijo ya que si Morena abandonaba sus principios, los de él, se iría de Morena a formar otro partido u otra organización de carácter popular. Fue un comentario que no ha vuelto a repetir, pero que tiene en su cabeza porque no piensa soltar el poder que tanto le costó conseguir.
En este escenario habríamos de preguntarnos quién es el mejor sucesor, no para Morena, no para el país, sino para el presidente.
Pongamos una premisa, cualquiera de los aspirantes a la presidencia, cuando lleguen a ella, el o la que llegue a ella, quizá respete a Andrés durante algún tiempo, pero llegará el día en que desee sentir lo que es el poder presidencial y deshacerse de la presión que significa tener a un líder máximo por encima de él o ella. Así es que ese no es un criterio para decidir, todos lo traicionarían, desde su punto de vista.
Por otra parte, quien no sea seleccionado puede forzar una ruptura al interior de Morena, aunque de distinta dimensión dependiendo de quién sea el seleccionado. El grupo de Sheinbaum es el de la línea dura dentro de Morena, el que menos popularidad tiene, pero el más visible porque es el que más levanta la voz. De no ser ella la candidata, seguramente intentarán boicotear la decisión, pero no tienen estructura para hacerlo, aunque sí acceso a medios y bots como para ser ruidosos.
Aunque no tengo certeza de ello, al parecer su ventaja estriba en que es la candidata de casa, es decir, del círculo familiar de Andrés.
Adán Augusto puede ser el candidato de gente que proviene de la socialdemocracia, de los grupos originales del PRD, su fortaleza puede estar en el sur del país, pero no necesariamente puede generar una ruptura importante en Morena.
En tanto que Marcelo puede ser el candidato de quienes provienen del PRI y de los moderados de Morena, él puede ser quien genere una escisión de alguna importancia, a condición de que lo haga de manera firme y no con sus maneras diplomáticas, no puede repetir el escenario de Camacho en el 94.
Vayamos a otros criterios de desempate, como se diría en el futbol, si el elegido fuera Adán, el problema es que cuando no se tenga los suficientes recursos para continuar con los programas sociales de Andrés, no habría a quién echarle la culpa, Adán es creación pura y dura del presidente. Algo similar ocurriría con Sheinbaum.
En esta perspectiva el mejor candidato para el presidente puede ser Marcelo, cuando no alcance el presupuesto, el presidente se puede lanzar contra él y asegurar que volvió a sus raíces priistas y neoliberales, además puede alegar que sucumbió ante la propuesta de los estadounidenses.
El problema de este escenario consiste en que Marcelo es hábil para maniobrar y conoce la fuerza de las estructuras partidistas. Eso le resta posibilidades.
Pero este escenario no estaría completo sin considerar otra posibilidad: la de que ninguna de las actuales corcholatas sea al final de cuentas la elegida.
Puede ser que se decante por un miembro de la oposición a quien considere un político sin bases y sin astucia, al quien deje llegar dinamitando la legitimidad del proceso y generando un movimiento opositor desde el principio, un movimiento que tenga como objetivo que la gente piense que “estaríamos mejor con Obrador”.
Aquí puede usted poner a quien considere adecuado entre los opositores, pero uno de ellos puede ser Samuel García. Un político mediático con una esposa influencer, pero que no ha podido sacar adelante su proyecto en Nuevo León precisamente porque no tiene bases. La ventaja que tendría es que es un “neoliberal” de cepa, lo que, al derrumbarse los mejores proyectos de Andrés, haría que este pudiera gritar desde la oposición que están volviendo los privilegios del pasado, la mafia del poder, más si cuenta con un importante número de diputados y senadores. O Mauricio Vila, a quien por “error” ya le dijo presidente, así como se equivocaba Zedillo al nombrar a Benjamín y le llamaba por los apellidos de su primo, quien ganó la gubernatura de Nuevo León después de esos “errores”.
Ahora que, para ahorrarse todo esto, puede decantarse por un familiar cercano, uno a quien las encuestas aclamen sin estar en ellas. Este puede ser el caso, y como dicen, no tengo pruebas, pero tampoco dudas.