- Lo que se observa es que los jóvenes y clases bajas reflejan fuertes carencias en el sentido de ciudadanía empoderada y participativa.
Por Alejandro Moreno
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La discusión en torno al llamado plan B de reforma electoral del Presidente de la República se ha enfocado, principalmente, a las instituciones y procesos electorales. Poca atención se ha puesto en la cultura electoral entre la ciudadanía o, más ampliamente hablando, en la cultura política.
Por ello me permito hacer una revisión de algunos de los aspectos de la cultura política que hemos medido recientemente en las encuestas de EL FINANCIERO.
Por supuesto, la cultura política abarca una mayor amplitud de aspectos, como los que se han documentado por medio de prestigiados estudios internacionales, como la Encuesta Mundial de Valores o el estudio Latinobarómetro, pero no dejan de ser indicadores interesantes y, creo, relevantes para considerar en estos tiempos políticos actuales.
En la encuesta nacional EF de enero de este año preguntamos varios aspectos sobre cultura política, la mayoría de los cuales también los habíamos abordado en una encuesta similar realizada en mayo de 2022, cuando se propuso la reforma electoral a detalle.
Más que en los cambios de una encuesta a otra, mi enfoque aquí se pondrá principalmente en las diferencias de opinión o actitud entre diversos grupos sociales, ya que dichas diferencias son, en algunos casos, muy marcadas y dan fe de la manera tan desigual en que las y los ciudadanos de distintas edades y grupos socioeconómicos perciben y viven la política.
De acuerdo con la encuesta nacional EF de enero de este año, 63 por ciento de las personas entrevistadas está de acuerdo con la frase “Me da orgullo votar en las elecciones”, mientras que 33 por ciento está en desacuerdo.
Ese 63 por ciento es mayoritario y concuerda con el promedio de participación electoral que hemos visto en elecciones presidenciales desde el año 2000: por lo general salen a votar para presidente alrededor de seis de cada 10 electores.
En la respuesta no hay diferencias entre hombres y mujeres, pero sí por edad y por clase social. Los jóvenes (18 a 29 años) son los que menos orgullo sienten de votar (50%), mientras que los mayores de 50 años son los que más orgullo sienten (72%) del sufragio, una diferencia de 22 puntos.
Entre el grupo de 30 a 49 años, el orgullo electoral alcanza 65 por ciento. Si este indicador refleja un aspecto de la cultura de las elecciones, pareciera que los jóvenes sienten menor identificación y arraigo con los procesos electorales.
La clase social también arroja una diferencia importante, de 10 puntos: entre la clase media (definida a través de la autoidentificación de la persona), el orgullo de votar alcanza 69 por ciento, mientras que entre las clases bajas se registra 59 por ciento.
La clase media manifiesta un mayor apego e identificación con las urnas.
Otro indicador de cultura política es el acuerdo o desacuerdo con la frase “como ciudadano puedo influir en los asuntos políticos”. Una mayoría de 56 por ciento estuvo de acuerdo, mientras que 40 por ciento se manifestó en desacuerdo.
Esta es la típica medición de eficacia política interna: la noción de que la persona puede influir en el proceso político.
De nuevo, no se ven diferencias por sexo, pero sí por edad y por clase social. A mayor edad, mayor sentido de eficacia política interna, pero la clase social en este caso pesa más: la clase media expresa un mucho mayor sentido de eficacia (72%), comparado con la clase baja (45%), una diferencia de 27 puntos.
Lo que se observa es que los jóvenes y las clases bajas reflejan fuertes carencias en el sentido de ciudadanía empoderada y participativa.
La encuesta también preguntó si está de acuerdo o en desacuerdo con la frase “A los políticos no les importa la gente como yo”, un indicador de eficacia política externa, es decir, que los representantes y el gobierno responden a las necesidades y preferencias de la ciudadanía.
Una mayoría de 65 por ciento está de acuerdo con la frase, mientras que 31 por ciento está en desacuerdo. Solamente un tercio siente que el sistema político es responsivo: el sentido de eficacia es minoritario.
En este indicador tampoco hay diferencias por sexo, pero sí por edad y por clase social. Jóvenes y clases bajas expresan menos eficacia política externa.
Estos datos arrojan claroscuros. El gusto por la participación electoral y el sentido propio de poder ciudadano son mayoritarios y no hay diferencias entre hombres y mujeres, pero las nuevas generaciones y los segmentos de clases bajas muestran déficits importantes en ambas mediciones comparados con otros grupos sociales.
Estas podrían interpretarse como serias señales de desigualdad en la cultura política. Habrá que seguir examinando, ya que la encuesta aún ofrece otros indicadores, los cuales espero abordar en un siguiente espacio.