- El régimen de López queda definido en su creación estelar: Instituir robadurías para volver a robar al pueblo y la democracia.
Por Efraín Klériga
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La decencia, la honestidad, la veracidad, el respeto a la ley no son cualidades del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, quien privilegia el abuso de poder, la mentira, la traición y la transgresión a la Constitución.
El apoyo al golpista Pedro Castillo Terrones —quien además tiene abierto un proceso por corrupción hace meses— ejemplifica que AMLO patea la Constitución, en este caso, la Fracción X del Artículo 89.
“El titular del Poder Ejecutivo observará los siguientes principios normativos: la autodeterminación de los pueblos; la no intervención (...) el respeto, la protección y promoción de los derechos humanos”, dice el 89.
Obviamente al amafiarse con dictadores y chavistas para presionar a la presidenta interina de Perú, AMLO viola la Constitución, lo que no es novedoso sino cosa de todos los días.
Con ello nos demuestra que en la política exterior hace lo que le da la gana y no lo que mandata la Ley, al igual que lo hace a diario con sus decisiones políticas y económicas para el país, y ni le digan que la ley es la ley.
Pero si para él la Doctrina Estrada “es traba”, también lo es el resto de la Constitución y así como cuando le da la gana pretexta la no intervención, cuando le apetece pide derechos ciudadanos pero con fuero presidencial.
El mal uso y desvíos de recursos públicos físicos y humanos, es lo suyo, y lo hace para sus conferencias mañaneras, al organizar plantones, al transferir fondos a sus obras fracasadas y empresas quebradas, como Pemex y CFE.
La corrupción de sus hijos, hermanos y toda su ralea es tan insultante, que hasta un pillo como López Portillo, incluso como Rubén Figueroa, se sonrojarían cuando les publicaran los hechos.
No hay una sola de sus creaciones: Dos Bocas, Santa Lucía, Tren Maya, Segalmex, Insabi, las burradas del bienestar como el gas, la compra de pipas, etcétera, que no haya salido cara, corrupta y que realmente beneficie a la gente.
El régimen de López queda definido en su creación estelar: El Instituto para Devolverle al Pueblo lo Robado, un instituto en el que se roban lo robado y que mejor ya se dejó en el silencio.
Y sí, el macuspano ha instituido robadurías para volver a robar al pueblo y devolverle una dictadura a cambio de la democracia y abuso a cambio de la ley cuya tutela le fue conferida.
Y ni le digan que para él la ley es su ley, y se nota en los otros datos, en las mentiras para disfrazar fracasos y especialmente en la defensa de mañosos, el visto bueno a la campaña anticipada con fondos públicos de sus corcholatas.
Por eso patea la Constitución, porque todo el Articulo 89 le estorba y del 87, Artículo que lo obliga a “guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen”, ni le digan.
Y como en su ascensión juró “desempeñar leal y patrióticamente el cargo de Presidente de la República (...) mirando en todo por el bien y prosperidad de la Unión”, resulta que su primer delito es el perjurio.
Pero ese delito es apenas la primera mancha de un tigre muy manchado, en la acepción castiza y en la norteña, que ahora quiere derrocar la República e imponer una democracia macuspana, es decir, jodida, caótica, manipulable.
Por ello patea la Constitución en su intento de derribar las leyes electorales de la democracia que le permitió pasar de un tabasqueño oscuro protegido por Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, a un político con poder.
López Obrador será conocido en la historia mexicana más por lo que no ha sido pero afirma ser, que por lo que realmente es, o sea, moral e intelectualmente muy poca cosa.
Será conocido porque no es de izquierda como dice ser, no es republicano como afirma, no trabaja para el pueblo como rezan sus defensores, sí miente, sí roba y sí traiciona y su asonada electoral es la prueba.
Forzar la aprobación de leyes inconstitucionales mediante formas y procedimientos legislativos ilegítimos es simple y llanamente traición a la Patria, como lo es su reiterada reticencia a saludar a la Bandera en actos públicos.
Como es Traición a la Patria haber liberado a un narcotraficante con pretextos y luego olvidarse de recapturarlo, y peor aún, ir a visitarlo, doblarle la espalda a la abuela y pedir respeto público para esos homicidas felones.
López será conocido por no ser el de la república amorosa sino el caudillo del odio, la división, la anarquía, el regreso al Gobierno autoritario y el cínico que disfruta de insultar a las naciones, empresas y ciudadanos que crean la riqueza del país.