- “Un dólar, tortilla, un dólar”, otra cita tristemente célebre del obradorato, cuya responsabilidad de gobernar está ausente.

Por Efraín Kleriga
@KlerigaE
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Saber que el destino de la Nación está en manos de una persona que se traba al hablar y no puede ni completar una cita sencilla, es motivo de preocupación.

Las cosas van mal, no solamente “se le va el avión”, sino vivimos tiempos complicados bajo amenaza de una conflagración mundial que no parece haber sido percibida por el Presidente.

Mientras el mundo camina hacia una gran recesión, hacia el caos, en Palacio Nacional no hay otra prioridad que las elecciones locales del 23 y las generales del 24.

Afirmar que Andrés Manuel López Obrador sufre demencia senil o un cuadro grave pos-covid y eso lo sabe el General Sandoval, quien lo maneja, no parece una teoría aventurada.

Lo cierto es que el Presidente está como hipnotizado, preocupado por su popularidad creyendo que lo ha hecho muy bien y no prevé los acontecimientos que preocupan ya al mundo.

El panorama está lleno de “cisnes”, negros y verdes, y todo indica que van por más de lo mismo y que 2023 será el peor año de un gobierno que ya raya en el desbarajuste.

La única prisa de López es extender a las fuerzas armadas por todos los campos de la administración civil, mientras la seguridad pública, la salud, la educación y la economía se deterioran.

Lejos de ocupar tiempo en tender una cortina de humo para disminuir el golpe del Sedenaleaks y el Rey del Cash, tendría que estar ya buscando de qué forma va a frenar la caída de la economía.

No le falta razón a los analistas quienes dicen que más que izquierda el gobierno de López Obrador se ladea hacia un “peronismo” con su obligado colofón de crisis financiera y dictadura militar.

Lo cierto es que entre las prioridades de este gobierno no está sortear la crisis internacional, tratar de aprovechar los espacios de inversión que deja China y menos, respetar el Estado de Derecho.

López ni siquiera da una señal de querer ordenar su gobierno, sino lo está desordenando, militarizando y la regla de su Gabinete es el enanismo político sin orden administrativo.

Y mientras en su Gabinete la prioridad es alinearse a una “corcholata” y López está apurado por no perder popularidad, la delincuencia hace lo que quiere y la pregunta es ¿Quién está a cargo del país?.

Parece que López creyera que en Washington no saben que los carteles mexicanos generan la crisis del fentanilo y mueven la migración ilegal.

Ya este jueves EUA le dijo a México que tendrá que hacerle nuevamente de su policía migratoria y detener la migración venezolana que provoca el gobierno de un amiguis de AMLO.

La medida claramente señala que frenar las actividades del trafico humano de los cárteles mexicanos, va junto con frenar el contrabando de fentanilo, pues tienen la misma ventana.

La visita de John Kerry la semana entrante no será para traerle a López las felicitaciones de Biden, sino para dar desde México un golpe que tenga repercusión en las elecciones del 8 de noviembre.

Y ese espacio que el gobierno de Biden le da a López, al estar enfrascados en conservar su mayoría en el Congreso, debería aprovecharse para poner remedios.

Pero lejos de ceder sus aspiraciones de construir un monopolio energético y seguir construyendo elefantes blancos, López parece que intenta dar doble cucharada.

Es evidente que las negociaciones en el seno del TMEC marchan mal y que México pronto podría quedar condenado a pagar milmillonarias indemnizaciones.

Pero la única señal a los inversionistas fue poner a una golpeadora a cargo de las negociaciones, y la ópera prima de Raquel Buenrostro fue despedir a la única persona que sabía cómo negociar.

Es obvio que no sólo Estados Unidos está molesto por la política de quemar combustóleo y carbón de López, mientras cierra plantas de ciclo combinado y detiene parques eólicos.

Es obvio que la DEA o la CIA saben quiénes son los autores del hackeo que resta confiabilidad al Ejército Mexicano como interlocutor de Washington.

En lenguaje macuspano, López nos está llevando al despeñadero y no parece que nadie esté a cargo de salvar al país de una caída económica, política y social.