- En sus primeros 4 años AMO abrió muchos frentes, sin haberlos cancelado.
- Le surgen graves revelaciones y el caos parece envolverlo.
Por Efraín Kleriga
@KlerigaE
El gobierno de Andrés Manuel López Obrador tendrá que resolver en las semanas siguientes los problemas económicos, políticos y de imagen más graves que haya enfrentado un presidente mexicano.
Bueno, tendrá que resolverlos o comenzar a hundirse en un pantano real, no en el poético de dónde Salvador Díaz Mirón afirma haber salido impoluto.
Si bien su fuerza política es grande, el problema es que no tiene ninguna estrategia siquiera a medio plazo, pues ha gobernado al contentillo y con ocurrencias, con su popularidad como fortaleza.
Durante cuatro años ha abierto frentes con los inversionistas extranjeros y mexicanos, con la sociedad civil, con la oposición y con el principal socio comercial y aliado.
Ha debilitado a todas las instituciones de control, golpeado a la mala a sus adversarios, manejado su partido como si fuera un rancho donde sólo hubiera ganado.
Y las cosas comienzan a complicarse cuando se acercan dos elecciones estatales importantes y los tiempos adelantados de la sucesión ya hacen crisis.
Todo indica que de aquí en adelante la única canción de Chico Che que va a poder utilizar en su mañanera, es aquella de que la rana solita se ensarta.
El acuerdo con Rusia para dejarlos operar satélites geolocalizadores en territorio mexicano, aunque no haya sido aprobado por el Senado, va a tener respuesta y más en tiempos de guerra.
No parece que con las millonadas que el G7 invierte en apoyar a Ucrania, les dé risa saber que en México, zona estratégica, Putin tiene a tovarich Andrei.
Y todo le sale mal. A unos días de resolver si las quejas de inversionistas estadounidense pueden conciliarse o se van a un panel del TMEC, le renuncia la Secretaria de Economía.
Lejos de enviar una señal que calme a los mercados, como reemplazo a Tatiana Clouthier manda a una golpeadora sin experiencia en derecho internacional y neófita en asuntos del TMEC.
Y la cosa se complica cuando tras conocerse la mayor vulneración a la ciberseguridad del gobierno, se filtran millones de documentos que están golpeando rudamente su credibilidad.
Y llueve sobre mojado porque sobre las filtraciones de Sedenaleaks se publica un libro lleno de testimonios de alguien que vivió en su círculo íntimo durante 18 años.
En su libro, “El Rey del Cash”, Elena Chávez comienza a deshilar la madeja con la gran duda: “¿Y de qué vive Andrés Manuel López Obrador?”.
“Este es uno los principales cuestionamientos que persiguió al tabasqueño durante los años en los que recorrió el país, de 2005 a 2018, como candidato presidencial en campaña permanente”, dice Chávez.
Y peor aún, mandan una mala señal, al promover una iniciativa para robarse saldos bancarios con más de seis años sin movimiento, y muestran que no tienen dinero, pues ya echaron mano de fondos y fideicomisos heredados.
López ha gastado el tiempo haciendo demostraciones de poder que no le van a servir para calmar a los congresistas que quieren señalar a México como Narco-Estado.
Su táctica de minimizarlo todo, de resolver todo con burlas, manganas dirigidas a la oposición, extorsiones políticas, no van a funcionar para calmar a inversionistas que busquen indemnizaciones.
El aura de honestidad, el escudo que según él tiene, se está desbaratando y no con lodo sino con una lluvia de verdades que no podrá frenar.
“El secreto de la vida es la honestidad y el trato justo. Si puedes fingir eso, lo has conseguido.”, decía el humoristas estadounidense Groucho Marx.
Los escándalos de corrupción en los que ha quedado envuelto Andrés Manuel López Obrador no son pocos y los Sedenaleaks y los testimonios de Helena Chávez resultan confirmaciones.
Para muchos es claro que Bejarano, Imaz, Eva Cadena, Delfina, Esquer, Pío, Martín e incluso la prima Felipa, muestran una actividad delictiva sistemática.
“Cogobernar con el narco tiene implicaciones muy peligrosas, pues para 2024 podrían ser los grandes electores”, le revienta Elena Chávez.