- La sucesión se prende y la suerte de la oposición y de Morena dependen de lo que ocurra con Alito.

Por Efraín Klériga
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Una estrategia priista en la que Luis Echeverría Álvarez fue magistral, es aquella de fingir un pleito con algún político de alto nivel para destapar enemigos, bandos, pretensiones.

La idea es que cuando el pleito llega a lo más álgido, algunos muestran los dientes y después, tras fumar la pipa de la paz, los identificados quedan al descubierto.

El pleito excusaba al Presidente, al interior del PRI, de tener que “dar las gracias” a compromisos de campaña o de usarlos para lavarse la cara tras acciones ilegales como el “Jueves de Corpus”.

Luego los amanuenses se encargaban de los últimos clavos y justificaban que el Presidente dijera a la víctima: “Voy a pedirle otro favor, vaya a cuidar a su familia, a mí ya me ha servido bien”.

Echeverría, quizá el último presidente que hizo política limpiándole los zapatos a sus jefes, era magistral para los infiernitos y el escándalo, del que hizo víctima a su mismo gran elector.

No solamente logró “mandar a calacas” a presidenciables, también le allanó a su jefe (Francisco J. Grajales) en los cuarenta, la gubernatura de Chiapas, tirando al electo, Samuel León Brindis.

La diferencia entre AMLO y LEA, es que éste tragó sapos, mantuvo la boca cerrada por décadas, se inclinó cuando se le ordenó, hizo servicios ejemplares, y era político de tiempo completo, sin más amor que su cargo.

Se parecen en que pensaron ser economistas y tiraron la economía, en que Echeverría también cachondeaba la reelección y luego urdió un maximato con su fiel amigo, quien ya con poder, le pateó el culo.

Nunca segundas versiones fueron “peores”, hoy difícil saber si el pleito en que sirve de escalón la chocha gobernadora que saluda al Presidente con besamano, es real o trampa.

Lo real es que Alejandro Moreno no ha sido como dirigente y gobernador priista, menos gañan, deshonesto y abusivo con las estructuras del tricolor que el Negro Sansores.

Pero quién es quién en este pleito, quién tejió la telaraña y quién se está enredando en ella, no queda claro, al menos por el momento, cuando el único blanco visible es la alianza opositora,

Hoy parecería qué, o Alito Moreno sale corrido del PRI o el PRI real desaparece y las principales figuras se unen para formar una nueva fuerza electoral y nutrir una alianza opositora para 2024.

Por ahora varios aparentemente tomaron partido por propia voluntad como Osorio Chong, otros dizque forzados por la presunción de delito, como Renato Sales Heredia, finalmente fiscal de Campeche.

El marcador parece tener ventaja clara para López Obrador y su “hot granny” campechana, quienes hoy podrían decirle al paisanaje que combaten la corrupción.

¿Pero, si Sales Heredia solamente terció para hacer que las presuntas pruebas no se confirmen con hechos y sean declaradas inadmisibles en un proceso judicial y se reviertan contra quién las destapó?

¿Sales Heredia actúa instruido por Osorio y ambos le tienden la cama a Layda y López? ¿O aceleraran el proceso para hacerle manita de puerco a Alito y decirle: “o te vas del PRI o te quedas hundido en el lodo”?
Amanuenses y esos que fichan sin cobrar las fichas, juran que las líneas de investigación son, uno, “salar” a Alito y, dos, el que trabaja contra la alianza opositora es Osorio.

No parece sencillo pensar que un político hecho en la brega como Osorio, de pronto se equivoca y se hace harakiri; pero ya ha pasado, tampoco que alguien como Sales nunca aprendió a no comer lumbre.

En cambio, el presidente macuspano está tan enamorado de sí mismo y le han dicho tantas veces Maquiavelo renacido, que siente que de cualquier cosa que piense y planee nacerá un prodigio.

Layda, gritona, hablantina, ávida de poder, quien piensa que sus silicones, colágeno y concupiscencia, no le restan estatura política, no se ha frenado a prender el fuego cometiendo un delito, aunque sea del fuero federal.

Lo cierto es que los Casos Alito y Anaya van a ser los que definan el gobierno de Andrés Manuel López Obrador y le permitan continuar o caer en el “basurero de la historia”.