Estamos a 20 días de conocer quién ganará las elecciones. Hay incertidumbre y un clima político dominado por las pasiones y la guerra sucia. Se especula inclusive acerca de una conspiración para cometer un fraude organizado por “La Mafia del Poder”.
Los partidos y sus candidatos están pisando el acelerador. Unos afirman que no hay nada definitivo, que la historia está escribirse. Que existe la posibilidad de que el 22% de indecisos cambie las tendencias que hoy se observan.
Pero para otros ya todo está definido: El huracán llamado Morena va a arrasar en las urnas.
¿Aceptarán los perdedores su derrota o viviremos conflictos postelectorales?
Si se quiere ganar a la mala habrá problemas. Pero si todo se hace bien los resultados serán aceptados aunque resulten adversos para algunos.
Ya en otras elecciones el nivel de tensión se ha elevado poniendo en riesgo la gobernabilidad. Pero hasta ahora las instituciones surgidas de nuestro proceso de transición a la democracia han resistido los conflictos.
En tres meses de campaña los partidos y sus candidatos se han atacado con todo. El último video en el que se exhibe de corrupto a Ricardo Anaya y las llamadas a domicilio para difamar al Peje lo confirman.
Pero después del primero de julio la vida sigue y nuestro país y el gobierno que surja de estas elecciones tiene que resolver los grandes problemas que nos aquejan: Inseguridad, corrupción, pobreza, desarrollo económico y un largo etcétera, etcétera, etcétera. Por ello el ganador deberá convocar a la reconciliación nacional.
El PRI frente al abismo.
¿Qué va a pasar si el PRI pierde y se va al tercer lugar?
Todas las encuestas pronostican un derrumbe del partido gobernante. Tanto en las 9 elecciones locales para elegir gobernador, como en la disputa por la Presidencia, las diputaciones federales y senadurías el tricolor enfrenta un escenario desfavorable. Puede perder escandalosamente.
De confirmarse este escenario el partido fundado en 1929 por Plutarco Elías Calles entrara en crisis. Si el apocalipsis llega tendrá que iniciar un proceso de reflexión marcadamente autocrítico para decidir en una Asamblea Nacional qué hacer ante la banca rota.
El dilema es claro: desaparecer como PRI para refundarse con otra identidad o ignorar el cáncer que lo está matando y mantener las prácticas, liderazgos y vicios que lo han hundido y desprestigiado.
Otra posibilidad para sobrevivir en las elecciones del primero de julio y que seduce a los sectores más duros y antidemocráticos del priismo es cometer un “fraude patriótico” para impedir que gane López Obrador.
Si en un lance desesperado la élite priista intentara cometer la estafa, el país se incendiaría. La pradera está muy seca y es fácil que una chispa incendie el bosque.
PAN, PRD y Movimiento Ciudadano sobrevivirán si se mantienen unidos.
Si la coalición “Por México al Frente” no logra ganar la elección presidencial, como todo parece indicar, su única posibilidad de mantenerse fuerte y convertirse en un verdadero contrapeso para el próximo gobierno es mantenerse unidos en el Congreso de la Unión. Pero ahora como una coalición parlamentaria.
Por separado PAN, PRD y MC son vulnerables.
Morena fracturó y desfondó al PRD en todo el país. Le expropio casi todos sus líderes y militantes de base y ha quedado muy debilitado.
En cuanto al PAN, Ricardo Anaya provocó su división y hoy este partido está extraviado. En aras de satisfacer sus ambiciones Anaya provocó la ruina del otrora Templo de la Democracia.
En cuanto al partido Movimiento Ciudadano todo indica que saldrá fortalecido.
¿Y en nuestro estado?
Después del primero de julio habrá un nuevo mapa político en San Luis Potosí. De acuerdo a las tendencias que hoy se observan la pluralidad se consolidará. Esto se traducirá en problemas para la gobernabilidad del estado. El partido del gobernador no será hegemónico, ni dominante. Será uno más entre varios. Además, es probable que candidato del PRI, José Antonio Meade, pierda la elección. Si esto sucede Carreras no contará con un aliado y amigo en la presidencia de la república. Se debilitará como gobernador.
Carreras tendrá que ajustar su estilo personal de gobernar a una nueva realidad política que surgirá de las urnas: el gobierno dividido. Es decir, el partido del gobernador no tendrá mayoría en el congreso local ni en los principales Ayuntamientos de la entidad.
El PRI conseguirá cuando mucho siete diputados locales, el resto (veinte) serán de otros partidos. Si el frente “Contigo por San Luis” (PAN, PRD, MC) mantienen su alianza en el congreso local darán vida a un bloque mayoritario que se convertirá en un contrapeso del gobernador y del Poder Judicial del estado.
Carreras va a necesitar invertir tiempo y habilidades negociadoras para sacar adelante sus presupuestos y agenda legislativa.
El próximo Congreso del estado tendrá como diputados a figuras experimentadas como la panista Sonia Mendoza, el veterano dirigente de Movimiento Ciudadano, Eugenio Govea Arcos, el siniestro Cándido Ochoa y al habilidoso decano de los legisladores Oscar Vera. La mayoría de ellos con facturas por cobrar al gobernador.
Los tiempos de un gobernador todopoderoso y autoritario serán cosa del pasado. Ahora se tendrá que privilegiar la negociación y las buenas maneras. El consenso construido a martillazos será desechado. Después del primero de julio habrá un gobernador acotado por otras fuerzas políticas, los medios de comunicación y redes sociales, por los poderes fácticos autóctonos y por los diputados del congreso local.
El modelo dominante de la era predemocrática, el de un gobernador fuerte, que daba línea, que podía imponer una agenda se convertirá en pieza de museo.